Por Julio María Sanguinetti
El 1° de noviembre, el ministro de Medio Ambiente del Uruguay, Mariano Arana, convocó a una conferencia de prensa para anunciar que había firmado la autorización para el funcionamiento de la planta de pasta de celulosa de Botnia. La invitación a la prensa la hacía, con su firma y en papel membretado, la directora de Medio Ambiente.
Armado el escenario, el ministro informó de lo contrario: que, a pedido del gobierno español, había postergado la decisión. Los sorprendidos periodistas comenzaron a preguntar si efectivamente ya había firmado la resolución, como decía el comunicado, momento en que el ministro invocó una llamada por teléfono y, prendido a un celular, desapareció como fingiendo extravío y nadie más lo vio.
El sainete fue transmitido y retransmitido por la televisión y, naturalmente, fue pasto fácil de todos los humoristas uruguayos. La gente, mientras tanto, asumía esta marcha atrás como algo poco decoroso para el país.
La réplica del otro lado del río no le fue en zaga en el desacomodo, pues el ministro Taiana consideró que había "una provocación" hacia la Argentina, cuando por ningún lado se advertía el desafío o incitación al enojo, sino más bien lo opuesto, una reculada sólo explicable por la impericia diplomática uruguaya, que no podía ignorar la inminencia de la Cumbre Iberoamericana a la hora de anunciar una decisión sobre un tema sometido a una mediación española.
Llegados a Chile los mandatarios, el presidente argentino saluda a los activistas que mantienen bloqueados los puentes internacionales y les reitera su adhesión "a la causa". Su colega uruguayo, entonces, no encuentra nada mejor que expresar "con todo su amor" su tristeza, al tiempo que ordenaba la inmediata autorización de funcionamiento a la empresa. O sea, que pasamos del salto atrás a la sobreactuación, en el medio de una Cumbre y en presencia del generoso monarca español, que sólo ha puesto su buena voluntad y la de sus mejores diplomáticos.
El final de norma fueron dos tristonas declaraciones presidenciales: la del presidente Kirchner quejándose de que se hubiera traído a la Cumbre un tema bilateral, con una vaga alusión a la "incomprensión" que generaba el conflicto; la del presidente Vázquez, abrazándose a la declaración del vicepresidente cubano sobre la intrínseca maldad de los "bloqueos". Ambos, agradeciendo a la Corona y al gobierno español, pero sin nada en la mano.
Quienquiera que observe este breve relato advertirá que en estas dos últimas semanas sólo hemos retrocedido. Seguimos hablando de hermandad, de apego a la ley, de Mercosur, de integración, y no somos capaces de resolver un tema estrictamente técnico como es medir y controlar el margen de contaminación de un tipo de empresas que existen en todo el mundo.
Personalmente, siempre creímos -y creemos- que Uruguay posee todo el derecho a instalar una planta, porque es una obra nacional y no binacional. Y que la Argentina tiene todo el derecho de reclamar un contralor efectivo. Lo que envenenó el tema fueron los cortes de rutas y puentes internacionales, que nunca debieron tolerarse. Pero pasado todo lo que hemos pasado, y después de tanto tiempo y esfuerzos, cuesta resignarse a este espectáculo de gestos en que uno y otro tratan alternativamente de poner cara de víctimas o airado rostro de valerosos defensores de la soberanía.
Parecería llegada la hora de dejar de bailar este tango triste, ya que, como dijo nuestro Quijote, "al buen callar llaman, Sancho". O nos ubicamos por encima de nuestros enojos, o seguiremos hundidos en un conflicto que aún puede ir a peor. Y mucho.
Fuente: La Nación
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 5 días
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