domingo, 4 de noviembre de 2007

Por qué ser Radical

Por Claudia Guebel

Porque no pueden conciliarse la lógica de la institucionalidad política con la lógica basada en el carisma personal de un dirigente político de moda.

Encuentro al menos dos razones que explican esta situación. La primera, da cuenta que la institucionalidad de los partidos políticos sólo está basada en la aplicación y en el respeto de sus reglas y de su organización. Por ende, esta organización es de carácter impersonal. En cambio, las organizaciones que reposan exclusivamente en el “carisma” de sus líderes son, por naturaleza, autoritarias.

Un verdadero partido político es una especie de sistema político en miniatura, ya que cuenta en su interior con variados componentes que interactúan entre sí, dándoles vida y dinámica propias. Los hábitos, las reglas, las costumbres, los comportamientos, las tradiciones, las lealtades partidarias, la cultura política, el sistema electoral, la distribución de incentivos, su organización específica, el tipo de coalición dominante que ejerce el poder, entre tantos otros componentes, sin lugar a dudas enriquecen la vida interna partidaria y contribuyen, en esencia, al juego democrático.

Por eso es bueno analizar cómo están funcionando en la actualidad los partidos políticos argentinos, en términos de su dinámica organizativa, es decir, considerando su existencia en un lapso prolongado de tiempo.

Sabemos que los partidos políticos son fuertes generadores de desigualdades hacia la propia estructura organizativa, esta es su esencia y a nadie debería sorprender. Sin embargo, nos interesa reconocer cuál es el ambiente dónde efectivamente operan, en qué contexto compiten por el voto y cuál su estrategia.

Hoy resulta casi extemporáneo escuchar hablar a dirigentes políticos que pretenden encarnar en su persona la guarda moral y ética de la Nación, decir que el único objetivo que tienen los partidos tradicionales argentinos es garantizar su “supervivencia y equilibrios de intereses particulares”.

De más está decir que el primer objetivo racional de cualquier partido político viene dado por la realización de una “causa común”, este es el caso de nuestra querida Unión Cívica Radical que nació, precisamente, como respuesta al Régimen oligárquico de dominación y su fiel ideario, está representada por la causa de los desposeídos.

Es que nuestro Partido, a lo largo de su centenaria historia logró con sus más y con sus menos, con sus momentos de fricción y de unidad, hacer predominar los incentivos colectivos que estuvieron y están representados por la distribución homogénea, entre los propios miembros, de un sentimiento pleno de identidad política, restableciendo lazos de solidaridad social y ética, y desde luego, delimitando su componente ideológico ante desviaciones coyunturales.

Tan importante resulta analizar la vida interna de los partidos en la actualidad, que la institucionalización partidaria como la lograda por la Unión Cívica Radical, sólo es posible mediante la incorporación de valores comunes y de la doctrina que refiere a los fines de los fundadores del partido. No de un liderazgo pasajero, intemperante, furtivo, que reclama para sí, la asimilación de los partidos que gravitan en el sistema político.

La Unión Cívica Radical se constituye en potente diferencial respecto de aquellas organizaciones que basadas, pura y exclusivamente en el “carisma” de un líder, transmuta en una organización inestable, que por su esencia autoritaria desalienta los procedimientos que regulen y prevean acciones arbitrarias, desvíos ideológicos y caprichos antojadizos de sus líderes.

Quizás sea el debate más importante que debamos poner de relieve por estas horas. La presencia de un líder carismático no garantiza el reforzamiento de la organización porque el control de la misma, se le escaparía de sus manos.

Por eso, y como vemos a diario en el caso de la titular de la Coalición Cívica, es ella quien monopoliza la elaboración de los fines ideológicos, es ella quien selecciona la base social, es ella quien controla las zonas de incertidumbre y es ella quien distribuye los incentivos (premios y castigos). Es decir, que se reserva para sí, un dominio completo sobre la organización.

Me pregunto qué puede tener de atractiva esta propuesta desde el punto de vista del crecimiento de los miembros que anhelan pertenecer a una organización, ya que omite entre tantas cosas, la necesaria previsibilidad de las acciones en un marco democrático interno.

Nosotros, los radicales, tenemos el privilegio de contar con una organización sólida, articulada a lo largo y ancho del territorio argentino. Una coalición dominante ha llegado al fin de su mandato para dar paso a la siguiente. Esto es lo maravilloso de las organizaciones políticas estructuradas de forma democrática. El juego interno por el acceso al poder es un sano y apetecible instrumento que no muchos actores del sistema político están en condiciones de afrontar. En ello descansa la fortaleza de nuestro Partido y por ende, de la democracia argentina.

Nuestro desafío es lograr la mayor participación posible en la reunión de Córdoba del 23 de noviembre. Allí, nos daremos cita para analizar, discutir, proponer y debatir los mejores caminos para asegurar, no sólo la supervivencia de la organización, como pretenden algunos, sino proyectar para darles a los argentinos las mejores alternativas de políticas y los mejores cursos de acción para dentro de cuatro años.

Motivos más que suficientes, que alientan la participación y el entusiasmo militante de quienes luchamos por un radicalismo siempre renovado y a la altura de las circunstancias.


Claudia Guebel es Convencional Nacional de la UCR (Capital Federal)

No hay comentarios: