Por Reynaldo Martínez
La UCR, nuevamente ante un desastre político interno con proyecciones en la sociedad
La primer experiencia ocurrió con el Pacto de Olivos, donde el entonces Presidente Carlos Menem nos invitó a formar parte de una Reforma Política reconocida como necesaria por la sociedad, y para ello nos sedujo argumentando que de lo contrario la reforma sería absolutamente un reflejo de su voluntad. Por su parte el discurso de la dirigencia nacional del radicalismo asumía que nuestra participación era necesaria para ponerle freno a los delirios del caudillo riojano, introyectando de esta forma la contradicción no ya fundamental sino fundamental y política de pactar con quien representaba fielmente todo lo que el radicalismo había combatido en su historia: fraudes electorales en diversas provincias, privatizaciones de empresas públicas, corrupción sindical, pérdidas de conquistas sociales, entre tantas otras.
Todo esto asociado a una vinculación con el más concentrado capital republicano ultra nacionalista de EEUU que imponía su política de relaciones carnales para con los países latinoamericanos.
Así, el radicalismo posibilitó el objetivo primordial que era la reelección de Menem. Después de su segundo período de gobierno, en un clima social insostenible, hicimos un nuevo esfuerzo construyendo una alianza electoral con los desprendimientos del partido justicialista, el mismo que lo había llevado encolumnado, y al unísono, al Poder.
Como consecuencia de esta alianza, la fórmula fue encabezada por un radical y un vice de extracción peronista, autodefinido como “disidente”, que un tiempo antes había construido el FREPASO, frente que nos quitó, por acción propia y como consecuencia no deseada del Pacto de Olivos, nuestro rol de primera fuerza opositora.
El Radicalismo volvió a tomar contacto con el poder y el favor popular; venía a reparar y restituir, derechos, libertades, presencia al Estado; lo hacía con gran parte de su dirigencia nacional en puestos claves y con el Dr. Alfonsín al frente del Partido. Veníamos a reencontrarnos con nuestra misión histórica y contábamos para ello con la esperanza de millones de argentinos para derrotar las causas de nuestra postración.
Nada o muy poco de ello ocurrió, ya que al poquito tiempo el vicepresidente en cuestión renuncia al cargo hiriendo de muerte al gobierno que, como consecuencia de políticas equivocadas y reñidas en sus fundamentos con la doctrina radical, fue incapaz de reaccionar afirmativamente al reclamo de muchos dirigentes del partido, sobre todo de provincias argentinas distintas a Buenos Aires y Capital Federal.
Recientemente y ya en sus estertores, el radicalismo, luego de deambular en el marasmo político en que se sumergió luego de la crisis social, política, económica e institucional ocurrida en 2001/2003, intenta una vez más un “manotazo de ahogado electoral” autorreconociendo en su propia narcotización, que no tenía hombres ni mujeres capaces de presentarse y representar los grandes intereses del pueblo argentino en los comicios nacionales para presidente.
Así, nuevamente, la preclara visión política de un sector concentrado del radicalismo nacional que rodea a la figura del Dr. Alfonsín, común denominador en esta suerte de capítulos novelados de una historia de entrega y retrocesos con final abandónico, propone como candidato a presidente un afiliado justicialista, ex Ministro de Economía de Duhalde (otro dirigente de la Provincia de Buenos Aires a quien la misma dirigencia “esclarecida” le asigna responsabilidad logística en los trágicos sucesos de diciembre de 2001), figura puntillosa y prolija del neoliberalismo anglo-norteamericano, vinculado a los sectores conservadores y concentrados de la economía, que inició sus actividades en el gabinete de José Beer Gelberd.
La seducción impuesta intentó identificar al Dr. Lavagna como un “dirigente opositor”,... un candidato “bien visto por los sectores empresarios e inversores externos...” “un dirigente que había dejado el Gabinete harte de los manejos autoritarios de Néstor Carlos Kirchner”...
Pero cualquier cuota de placer y de poder no es gratuita, Lavagna aportaba su predicamento y el Radicalismo nuevamente debería hacer el mayor esfuerzo, sin olvidar que para ello debía: 1º) desconocer la tradición partidaria que implica elegir un candidato a presidente que no es afiliado al partido; 2º) implementar un mecanismo de elección que coarte la participación libre y democrática de los afiliados al imponer a los miembros de la Honorable Convención el voto nominal en su jurisdicción; 3) desconocer y sancionar a los distritos que así no procedan y a los candidatos que resultaren electos.
El resultado del proceso interno que se diera a conocer por parte de las autoridades nacionales del Radicalismo, no coincidía con el estado de ánimo de los Delegados Nacionales a la Honorable Convención Partidaria, ya que muy pocos votaron positivamente por la fórmula Lavagna-Morales. La mayoría de los Convencionales anuló su voto como forma de repudio a una actitud reñida con cualquier atisbo de decoro por parte de las autoridades Nacionales.
Ni hablar de cómo nos consideró el electorado nacional. Sí, mencionar que el radicalismo aportó a la fórmula oficial a otro dirigente que nada menos gobernaba unas de las provincias con mayor peso electoral en el país, Mendoza. La sociedad lo leyó linealmente: en la fórmula oficial: peronista-radical; en la fórmula opositora: peronista-radical.
Hoy, cualquiera podrá decir que a la luz de los acontecimientos, el radicalismo no es responsable de la conducta política de Lavagna, que en su momento lo impusimos y pusimos toda la estructura partidaria al servicio de su candidatura (recordemos que Lavagna no tenía partido alguno que lo respaldara), que lo elegimos de buena fe, que no había un radical que “midiera” electoralmente lo que medía Lavagna; lo cierto es que siempre la UCR queda para pagar los platos rotos; somos los radicales quienes quedamos lejos del poder pero, sobre todo, lejos de la gente.
La realidad muestra, INAPELABLEMENTE, que cuando violentamos los mecanismos partidarios para beneficio sectorial, cuando traicionamos los postulados doctrinarios, cuando damos la espalda a los dirigentes del partido, cuando abandonamos la lucha y nos entregamos a los brazos de quien debemos enfrentar, el resultado es tristemente amargo y contundente… no nacimos para confundirnos y el pueblo argentino y entrerriano lo sabe, por eso no nos vota mayoritariamente, nos quiere nuevamente independientes; esa independencia de las migajas del poder nos hará libres y maduros para proponer las soluciones que faltan y mejorar lo hecho, ese es el desafío de crecer.
No queda espacio para más piruetas, es tiempo de radicalismo.
Reynaldo Martínez
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 4 días
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