Un docente de la localidad de Ireneo Portela, partido de Baradero, le escribe a la Presidente contando lo que sienten los que verán al Tren Bala desde abajo.
Esta es la carta que un docente de una escuela de Ireneo Portela, partido de Baradero, envió a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pidiéndole que el fastuoso Tren Bala no les pase, literalmente, por encima. Leála, es la voz de argentinos de carne y hueso:
'Señora Cristina:
Si ya sé. Debería haber dicho Señora Presidenta. No se enoje, pero intencionalmente he querido darle a mi carta un tinte de vieja escuela rural, esas que usted tanto pondera.
Y contarle, decirle, porque quizás usted no lo sepa o lo haya olvidado, lo importante que fueron los trenes rurales para nuestra querida patria. Mis alumnos siempre me enseñan en los trabajos que realizamos la importancia del tren en el campo. A través de los recuerdos de sus mayores me traen viejas historias repletas de orgullo y de nostalgias.
Me dicen por ejemplo cuando los pueblos rurales, nacidos a la vera de las estaciones de campo recibían los cereales estibados en largos y sólidos galpones para luego ser llevados a puerto.
O las vacas que esperaban desde el día anterior para ser transportados a las ferias. Si se podían oír sus mugidos durante las noches y el griterío de la peonada por las mañanas cuando las subían los vagones.
Los más viejos aún recuerdan las duras madrugadas de invierno cuando esperaban en las puertas de las tranqueras el paso del lecherito, ese tren que paraba en todos los tambos que orillaban las vías.
Y tantas cosas más, como esas tardes de verano cuando los jóvenes se acercaban a las hermosas estaciones de madera para esperar la llegada de los vecinos que volvían de la Capital, o ver arribar a esos primos que venían a pasar unos días; cuánta ansiedad, ese tren que no llegaba más…. Pero llegaba, siempre y a horario y además con encomiendas, repuestos, cartas, medicamentos.
¡Sí hasta los presidentes hacían su campaña política en tren! ¡Parece Mentira!
El tren no sabía de malos tiempos ni de embotellamientos, quizás no era muy rápido pero era muy seguro, cumplía y los pueblos rurales prosperaban a su cobijo. El tren era correo para unos, salud para otros, estudios para aquellos, pagos, afectos, noticias, cultura, educación, pero por sobre todas las cosas era para todos la sensación y la certeza de pertenecer a una misma sociedad, a un mismo país.
Eso no tiene precio, no tiene igual, no es comparable ni reemplazable por nada.
Luego vinieron dictaduras militares que devastaron nuestros sueños y prepotencias democráticas que no los repararon. Se acuerda Señora de “ramal que para, ramal que cierra”, un presidente de su propio partido amenazó y cerró estos servicios. ¡Cuánta tristeza! ¡Cuánta impotencia!
Nuestros pueblos rurales empezaron a languidecer, algunos ya no existen, otros deambulan en una especie de purgatorio, la mayoría resiste a desaparecer. Pero no es fácil, aislados, rodeados de caminos sin asfalto o en mal estado, sin peso político.
Usted sabe de esto porque la Patagonia sufre de estar lejos.
El tren, el viejo tren es el vehículo más democrático, no se necesitaba ser rico para viajar, es más, en él viajan todos juntos, todas las clases, todas las gentes, sin otra distinción.
Yo soy docente en un CEPT (Centros Educativos para la Producción Total), una escuela de alternancia bonaerense que precisamente trabaja en la estación de trenes de Ireneo Portela, (partido de Baradero). La comunidad, sabiamente, transformó una vieja estación abandonada en un lugar de estudio y progreso. La Argentina de la mediocridad, la mentira y la corrupción fue reemplazada por la de la esperanza, el trabajo y la dedicación. En esos ramales casi muertos los pibes aprenden a ser mejores técnicos y mejores personas. Fue una hermosa y lúcida manera de transformar la decadencia en progreso y que nuestro pueblo rural tenga un soplo de vida nueva.
Con mis alumnos leímos la conferencia donde usted anuncia la llegada del “tren bala”. Este pasa por nuestra querida estación, ya hablan de trasladarnos, de llevarnos a un edificio moderno, lejos de la turbulencia de este bólido.
Señora Cristina; queremos contarle por si usted no lo sabe, que no es ese el tren que mis paisanos necesitan, no queremos uno que pase a toda velocidad uniendo grandes ciudades, necesitamos el viejo tren (un poco más arreglado claro) que pare todas las mañanas y todas las tardes. Que lleve nuestros productos, nuestra gente, que nos de vida, no que nos muestre fugazmente un lujo que no nos pertenece.
Si los pueblos rurales se siguen muriendo mucha gente irá al conurbano donde los esperan trenes rotos, desvencijados también, que nuestros compatriotas sufren a cada día.
Mis alumnos me preguntan si usted quiere un tren bueno para ricos y ricos y no volver a los trenes rurales de nuestros abuelos... ¿Qué les decimos Señora Cristina?
Mientras tanto los pueblos rurales esperan. Esperan que una bala veloz no les deje roto un maltrecho corazón y los deje definitivamente fuera de la sociedad.
PD: Los chicos le envían una foto de nuestra escuela y la esperan. No se olvide que en días de lluvia es difícil llegar…. porque no está el tren rural, claro.
Oscar DINOVA, Profesor de Ciencias Sociales
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