lunes, 27 de octubre de 2008

DEMOCRACIA, CIUDADANOS Y FUTURO

Por Federico Hirsch

Con la democracia se come se cura y se educa.
La criticada frase del ex Presidente Raúl Alfonsín, puede ser hoy comprendida en el contexto histórico de su enunciación, en algunos de sus actos de gobierno y en su conducta pública, reconocida; de manera incompleta en mi opinión, pero reconocida oficialmente al fin.

Sin analizar el porque de un merecido homenaje, el hecho en si puede mejorar la comunicación política, aunque no debería quedar en la fugacidad del momento mediático. Presidentes, políticas, ideas y realizaciones ya pueden ser comparadas gracias al tiempo transcurrido.

Hoy podemos saber mas sobre la salida anticipada del poder del Dr. Alfonsín, acosado por los mercados voraces y por los oportunistas que se prestaron a ejecutar acciones organizadas en el último tramo de su gestión. Lamentablemente, mucho de ese pasado de oprobio está en el presente.

El reconocimiento expresado hacia su persona y gobierno, por otros gobiernos, por importantes universidades del mundo y recientemente por el Ejecutivo Nacional y diversas Legislaturas Provinciales debe ser entendida con un sentido mas completo, integrando a los acontecimientos del presente una noción del futuro.

Falta, aun, que los ciudadanos le reconozcamos su convicción y compromiso con los beneficios de la salud pública, de la Educación obligatoria, libre y gratuita, de la alimentación como derecho básico y primordial; de su sentido pacífico de la soberanía nacional.

Y sin dudas, del tema que el oficialismo actual tomó como bandera propia, desconsiderando a la sociedad toda; el juicio a los ex comandantes y su política de derechos humanos. E inclusive, todo cuanto se ha criticado sobre los hechos de la Semana Santa de 1987.

En su libro “Memoria Política, transición a la Democracia y Derechos Humanos”, (que contiene a mi entender algún tono de despedida entre las líneas de su habitual entusiasmo por la Democracia y la vida) encontramos explicaciones, relatos, y autocríticas que revelan las tremendas dificultades de su Gobierno de transición.

Lo perdurable de la frase aludida, teóricamente cierta en Argentina y empíricamente comprobable en muchos países del mundo, reside en su capacidad de convocatoria al ciudadano para ser parte de su historia; para definir en el presente lo que serán las demandas del futuro: Ni más ni menos que todo eso, es posible en Democracia y no con otro sistema.

Si miramos hoy las nociones de República con sentido crítico, superando la limitación de los mecanismos que legalizan su funcionamiento, notaremos que hay mucho que recuperar en materia de división de poderes, publicidad de los actos de gobierno y periodicidad de funciones en términos reales.

Y aun más, lo que convierte a Provincias y Municipios en simples unidades subcentrales de administración: el federalismo amputado que pervierte derechos constitucionales en transacciones políticamente indecorosas.

La hoy vapuleada y cínica frase oficial “redistribución (progresiva?) del ingreso” utilizada a repetición como el sonido de una metralleta, se desmiente con solo observar por breves minutos la realidad que nos rodea.

Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, conoce que la sociedad se encuentra al borde de su disgregación y en el límite de sus padecimientos. Los lazos solidarios y participativos se van disolviendo, salvo casos concretos y por motivos específicos.

Pero estas problemáticas sumadas, no deben ser solo un punto oscuro de los gobiernos centrales, del populismo de manual, del poder como fin; de las argucias que hacen confluir a desprevenidos e interesados en los peligros de vivir bajo un regimen de partido único.

También se los puede interpretar como señal de llamada; el pedido de socorro de un sistema que requiere del soporte preponderante y esencial, de un ciudadano democrático; que asuma la alta responsabilidad de honrar este sistema con la legitimidad de su participación.

Democracia y libertad, se presentan como el anverso y el reverso de una misma moneda; mientras más libre se es, más son las responsabilidades que se tienen.
Un ciudadano solamente "elector”, es insuficiente para una Democracia de reforma, avance, consenso y con posibilidades de acceso a bienes y servicios; con movilidad social, concepto que Argentina alguna vez vio realizado con sus mejores gobiernos; entre ellos, uno tardíamente reconocido, como lo fue el de Arturo Illia.

Un mero elector, al estilo de lo descripto por Hans Kelsen, no es parte de la elaboración de las políticas de Estado que regirán presente y futuro de la Nación.

Entonces; no debemos confundir a la Política como universo de posibilidades aun no realizadas, con algunos políticos como universo de falencias comprobadas.

Es así como los autoritarios y elitistas de toda índole se repliegan (ya no con tanques y fusiles) y se puede comenzar a pensar en un mejor horizonte de País, con miras al bienestar del ser humano.

La invitación a construir ese tipo de ciudadanía, está cursada, para todos los Argentinos, desde 1983. La frase que da origen a estas palabras, intentaba reconstituir todo un sistema político que había sido violentado con regularidad desde 1930.

Hoy, la suma de muy poderosos intereses, incómodos con una Democracia de ciudadanos libres y politizados, ha ido perfeccionando sus métodos, puliendo su acciones de modo tal, que el Estado necesita dar respuestas más específicas a los problemas sociales y fundamentalmente esas respuestas requieren del interés y respaldo público para ser viables.

Diversos y respetados pensadores contemporáneos han destacado la vital importancia de esta conexión sistema democrático-ciudadano democrático. En el mismo sentido, se pronuncian algunos hombres y mujeres que con la misma convicción, entrando en el campo de la acción política, han tenido altas responsabilidades públicas en sus respectivos Estados.

La violencia por subsistir, la desnutrición infantil, la deserción escolar, el flagelo de la doga, son ya un conjunto de problemas de la Democracia que deben resolverse con lo mejor de ella y sus mecanismos.

Ese universo de graves males, pero también de finales abiertos, es carga de la política y es; recíprocamente, tarea de la sociedad en democracia.

La política, en su mejor dimensión, ha de instar a promover consensos, sobre los que se asientan aquellos perdurables fines que estructuran una Nación en igualdad y libertad.

Nos falta repolitizar al ciudadano, antes que promover su desinformación, desinterés y apatía cívica. Nada está predeterminado como imposible cuando el hombre es protagonista de su propia historia y se ha liberado de la confusión propagandística y las “novedosas” ideas de hojalata.

Nuevas nociones emancipadoras ante las dificultades evidentes de una sociedad de mercado que se desarrolla por el principio de exclusión; deben pensarse y traducirse en políticas públicas preacordadas mayoritariamente, perdurables, a cumplir entre todos en el tiempo.

Solo al tomar conciencia y desarrollar acciones acordes, Argentina podrá alejarse aquella atemorizante expresión hobbesiana: “el hombre es lobo para hombre”; y aproximarse a realizar las emocionantes palabras del Preámbulo de la Constitución Nacional.

Federico Hirsch (h)
Mgter. en Admn. Pública.
Lic. en Ciencia Política.
Egresado de la Escuela Nacional de Gobierno.

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