Por Pedro J. Azcoiti
Se cumple el próximo 18 del corriente, el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento en aquella fecha de 1983, del ex presidente de la Nación, el Dr. Arturo Umberto Illia.
A pesar del silencio que sabe acompañar esta fecha en los grandes medios de prensa, e , incluso por parte de muchos de sus correligionarios, resulta justo recordar una vez mas su figura.
Podríamos escribir sobre el Arturo Illia presidente de la Nación durante uno de los períodos mas prósperos y ejemplares de la historia contemporánea y sus logros obtenidos; pero creemos sin equivocarnos que a don Arturo no le gustaría.
Porque fue Illia un hombre sencillo, simple, enemigo de los elogios y ponderaciones, a lo que el entendía no era mas que cumplir con su deber.
Pero fue también un hombre convencido del camino que estaba destinado a recorrer, por eso no le hicieron mella los injustos agravios, acusaciones y molestias que debió sufrir cuando fue alejado del gobierno que legítimamente ejercía, por la prepotencia armada de un grupo de insurrectos que años después no encontraron otra justificación a su actitud que la de pedirle perdón a quien desalojaran del gobierno, sumiendo al país en una vorágine de caos y violencia.
Reseñar la larga lucha que significó la vida pública de don Arturo Illia no es tarea fácil; fue demasiado rica, demasiado intensa para poder intentarlo en unas pocas líneas.
Pero puede sintetizarla diciendo que su vida fue la causa de la democracia, del imperio de la Constitución nacional, la larga e incumplida lucha por la causa de los desposeídos.
Hecho en el molde de los grandes fundadores e inspiradores de su querida Unión Cívica Radical, fue también su vida tan clara y recta que en los momentos difíciles de Argentina, cuando la reacción parecía enseñorarse en el país, su nombre se convertía en un sinónimo de esperanza, y su paternal figura en el lugar donde concurrir a retomar el aliento para reanudar la lucha por los derechos conculcados.
Fue por eso, por su inquebrantable optimismo y su fe en el pueblo, un joven más de los que permanentemente rodeaban su figura.
Y entre las jóvenes generaciones siempre se lo escuchó repetir su mismo mensaje de confianza en la ley, de confianza en la democracia y la participación popular como método de lograr la argentina soñada.
Es posible intentar imaginar cuales hubieran sido las últimas palabras que hubiera elegido para dejarnos como último mensaje.
Tal vez, podríamos quedarnos con aquellas que solía repetir como un ruego y un mandato:
“A proseguir la lucha compatriotas, sin miedos, sin temores”.
La lucha cotidiana por una sociedad más equitativa, sin excluidos, por una Argentina donde se logre una mejor distribución del ingreso, se respete la opinión ajena, donde se haga realidad todos los días, el mejor homenaje que podemos brindarle a Arturo Illia: la vigencia plena de la Constitución Nacional.-
A pesar del silencio que sabe acompañar esta fecha en los grandes medios de prensa, e , incluso por parte de muchos de sus correligionarios, resulta justo recordar una vez mas su figura.
Podríamos escribir sobre el Arturo Illia presidente de la Nación durante uno de los períodos mas prósperos y ejemplares de la historia contemporánea y sus logros obtenidos; pero creemos sin equivocarnos que a don Arturo no le gustaría.
Porque fue Illia un hombre sencillo, simple, enemigo de los elogios y ponderaciones, a lo que el entendía no era mas que cumplir con su deber.
Pero fue también un hombre convencido del camino que estaba destinado a recorrer, por eso no le hicieron mella los injustos agravios, acusaciones y molestias que debió sufrir cuando fue alejado del gobierno que legítimamente ejercía, por la prepotencia armada de un grupo de insurrectos que años después no encontraron otra justificación a su actitud que la de pedirle perdón a quien desalojaran del gobierno, sumiendo al país en una vorágine de caos y violencia.
Reseñar la larga lucha que significó la vida pública de don Arturo Illia no es tarea fácil; fue demasiado rica, demasiado intensa para poder intentarlo en unas pocas líneas.
Pero puede sintetizarla diciendo que su vida fue la causa de la democracia, del imperio de la Constitución nacional, la larga e incumplida lucha por la causa de los desposeídos.
Hecho en el molde de los grandes fundadores e inspiradores de su querida Unión Cívica Radical, fue también su vida tan clara y recta que en los momentos difíciles de Argentina, cuando la reacción parecía enseñorarse en el país, su nombre se convertía en un sinónimo de esperanza, y su paternal figura en el lugar donde concurrir a retomar el aliento para reanudar la lucha por los derechos conculcados.
Fue por eso, por su inquebrantable optimismo y su fe en el pueblo, un joven más de los que permanentemente rodeaban su figura.
Y entre las jóvenes generaciones siempre se lo escuchó repetir su mismo mensaje de confianza en la ley, de confianza en la democracia y la participación popular como método de lograr la argentina soñada.
Es posible intentar imaginar cuales hubieran sido las últimas palabras que hubiera elegido para dejarnos como último mensaje.
Tal vez, podríamos quedarnos con aquellas que solía repetir como un ruego y un mandato:
“A proseguir la lucha compatriotas, sin miedos, sin temores”.
La lucha cotidiana por una sociedad más equitativa, sin excluidos, por una Argentina donde se logre una mejor distribución del ingreso, se respete la opinión ajena, donde se haga realidad todos los días, el mejor homenaje que podemos brindarle a Arturo Illia: la vigencia plena de la Constitución Nacional.-
Vicepresidente 1º del Bloque de Diputados Nacionales de la UCR
Autor del libro “Volver a Illia, para marchar al futuro”.
Autor del libro “Volver a Illia, para marchar al futuro”.
Fuente: NOTIAR
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