En el 25º aniversario de la muerte de Arturo Illia.-
“Quizá la mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”. Aldous Huxley.
El Gobierno Constitucional de Arturo Illia cayó en junio de 1966 como consecuencia de un oscuro complot cívico militar, y la indiferencia unida a cierto frío consenso de la “opinión pública” (o mejor, “publicada”) cubrió aquel terrible episodio de la historia argentina. Pero al propio tiempo, solo quienes habían participado activamente en el golpe (los mandos del ejército, el sindicalismo peronista, el nacional catolicismo, la mayor parte del empresariado y algunas empresas multinacionales, y los grandes medios de prensa) asumieron con cierto entusiasmo la llamada Revolución Argentina encabezada por el General Juan Carlos Onganía. El partido Radical, aunque quejoso denunciante de la ruptura del orden constitucional, reacciono veces casi formalmente, como cumpliendo con un deber de espiritu de cuerpo. La táctica duramente represiva de las libertades políticas (confiscación y prohibición de los partidos políticos, censura cultural, intervención de la Universidad ) fue aceptada pasivamente por la mayoría de los argentinos. La política y los partidos habían caído en desuso, y la “gente” quería orden y silencio, autoritarismo y rentabilidad.
La reacción contra aquella dictadura tardó en producirse. Illia estaba poco considerado, olvidado por completo por los medios de prensa, ignorado por cualquier analista de la realidad politica y del futuro del país. Era un “pasado Lejano”, sometido a un caducidad irreparable. El partido radical, con cierta blandura, comenzó a movilizarse después de 1967, y la protesta mas “resistente” era la del Comité de la Provincia de Buenos Aires, entonces dirigido por un joven impetuoso y moderno, Raul Alfonsín, y la del propio Illia en su etapa de apostolado por todos los rincones del país.
Sin embargo, algunas señales contradictorias se iban dando. Uno de los redactores de este informe fue testigo presencial de un episodio que demuestra que, apenas un año después de su caída, Illia había alcanzado un respeto y una revalorizacion inimaginable en aquella noche de junio de 1966. Illia estaba en Bariloche en julio del año siguiente, invitado por un grupo de correligionarios rionegrinos., quienes lo llevaron a conocer el cerro Catedral. En ese momento, el cerro nevado estaba en su esplendor, pues al propio tiempo se desarrollaba una competencia internacional de esquí. El director del Centro de Esqui, dependiente de la Direccion Nacional de Parques Nacional, buen radical, enterado de la presencia de don Arturo, lo invitó a almorzar al Hotel Catedral, junto con sus acompañantes. El comedor estaba repleto de figuras del deporte invernal, y de turistas que allí pasaban sus vacaciones invernales, pertenecientes a las clases altas y medias altas de Buenos Aires.
Cuando don Arturo entrá en el comedor, cuando fue reconocido por alguno de los comensales, que gritó ¡bienvenido Presidente Illia!, se abrió un sostenido aplauso y todos los presentes se pusieron de pié. Esta claro, y eso don Arturo lo sabía, que ese respeto y ese afecto no implicaba adhesión ideológica. Buena parte de esa burguesía estaba contenta con el orden impuesto por los militares, aunque empezaban dudar de su competencia. Pero reconocía en Illia al hombre decente, al político honesto y sencillo.
La figura de don Arturo Illia fue decisiva en la resistencia con la dictadura de Onganía y luego contra el Proceso militar en la conciencia cívica de los argentinos, resguardando la esperanza democrática. Fue muy importante también para el triunfo del Radicalismo en l983, pues ya era el máximo y más puro ejemplo la honestidad y el sentido republicano de la política.
Hoy, Arturo Illia es, verdaderamente, un prócer nacional, querido y admirado por los argentinos, aunque desconocido, muchas veces, por las mas jóvenes generaciones, a quiénes se les ha amputado la historia.
Sea como sea, esa admiración y ese respeto tardíos, son un caso típico de la histéresis, un fenómeno que en muchos aspectos domina el campo de la sociología y es un rasgo muy definitorio de nuestra cultura política.
II. Desacoples de conciencia.
La histéresis, un término que proviene de la Fisica , adaptado a los términos de las disciplinas sociales, quiere dar cuenta del gran desfase que surge entre los procesos de transformación histórica y la cultura general o el sentido común de los ciudadanos. Este sentido común, de por si. no tiene porqué registrar méritos desproporcionados. Pues muchas veces el llamado sentido común es descriteriado, y posiblemente dañino para quienes creen poseerlo. Pero suele estar fuertemente arraigado en mentalidades e imaginarios que no han podido ponerse al día al mismo ritmo que los hechos de la realidad objetiva.
Un ejemplo significativo de la histéresis cultural es el desajuste entre la llamada revolución tecnológica y las incapacidades de comprensión de esos cambios acelerados.
A su vez, los economistas han introducido la idea para explicar que el crecimiento económico no trae necesariamente, y al mismo compás, la desaparición de la delincuencia crecida durante las épocas de súbita pobreza y desigualdad extrema.
Recientemente, un estudio de la Universidad Católica Argentina concluyó que el crecimiento económico no ha corrido parejamente con la percepción de las gentes sobre un mayor bienestar. La encuesta estima que el malestar psicológico, en los niveles más humildes de la sociedad, es muy superior a las deficiencias en términos de pobreza y desempleo. Alega que el 50% de los argentinos no recuperó sus proyectos personales, y se siente ajeno e impotente ante las contingencias económicas. En síntesis, aunque mejoran los índices económicos, han quedado cicatrices aun no curadas derivadas de la inestabilidad económica, los años de fracasos y frustraciones que “han socavado las capacidades de reacción psicológica”, según afirma la investigación. Podemos dudar y discutir los criterios de la encuesta, pero es legítimo considerar ese fenómeno como un ejemplo de histéresis de psicología social.
Es posible llevar el concepto de histéresis a otros flancos tanto o más graves y menos mensurables de la vida social.
Al respecto, tenemos una respuesta para quienes se disgustan, con legítimas razones, por el criterio que ha guiado a la ciudadanía en las últimas elecciones. Ese comportamiento implicaría un desacople entre los auténticos intereses de la población y el erróneo desempeño del electorado en el momento de decidir cambios o continuidades gubernamentales, cuando éstas son notoriamente poco alentadoras. En este sentido quizá deba reconocerse que a veces el pueblo se equivoca, o al menos, en situaciones límites, es fácil pasto para las llamaradas demagógicas y la mentira organizada.
III. Tardanzas
Sea como sea, es plausible la hipótesis de que el electorado tarda un tiempo en cambiar su voto, a contrario de lo que muchas veces se señala como la volatilidad de las conductas electorales. Una historia de la “voluntad popular” demostraría que es bastante difícil que, en el corto plazo, varíen las razones subjetivas que fundaron las preferencias electorales inmediatamente anteriores. En muchos casos esas mudanzas se producen después de una generación entera. Solo parcialmente y en contingencias excepcionales se quiebra el hábito de las grandes mayorías de los electores.
Ahora bien: una notable muestra de esa in elasticidad es la adhesión electoral a lo que genéricamente podemos llamar “peronismo” en sus distintas variantes y recomposiciones, siempre que esas mudanzas sean las que de todos modos representan el poder gubernamental (sea este el del Estado Nacional, provincial o incluso municipal). Si bien esa fidelidad, que ya lleva mas de medio siglo, y que ha cubierto casi toda nuestra vida, tiene su principal apoyo en las clases bajas, posee igualmente su clientela en los sectores mas altos del empresariado industrial. Los mismos ciudadanos que votaron al peronismo de Carlos Menem y de Eduardo Duhalde durante toda la última historia, apoyaron, aunque con menos entusiasmo, al matrimonio que, con matices menores y circunstanciales, es una expresión del peronismo. Los hechos que afectan, o al menos no modifican las condiciones sociales y culturales de los más pobres (aunque sí generalmente favorecen a algunos privilegiados por el acercamiento al poder político) no corren al mismo ritmo que la decisión del votante en la urna.
Pero aun dejando a un lado la cuestión peronista, una de las más complejas entre las que enfrenta la polito logia moderna, este desacople cronológico que se denomina histéresis afecta a todo el conjunto del cuerpo electoral. Se expresa por medio de una confusión escéptica, cuando no una amarga comprobación, que confluye en un interrogante generalizado: ¿dónde están y quiénes son los opositores que pueden mostrar una alternativa plausible? Es un dato significativo, que muchos argentinos siguieron votando a Elisa Carrió y su flamante Coalición Cívica, la fuerza opositora mas votada. Se ilusionaban, insistiendo en percepciones de 2003, pensando que ella en 2007, representaba un difuso "centro izquierda" de coraje denunciante, una categoría cómoda para cierto progresismo opositor. Para no hablar de las alianzas y arreglos que contradicen la proclamada nueva manera de hacer política, una materia que deja dudas a cualquier observador informado. En cuanto a los restos de la desbandada radical, aun convocando la figura de Illia, están tanto o mas desorientado que el gobierno, y tan poco críticos con su propia historia ultima como los más olvidadizos sectores de la vieja anomia ciudadana. De hecho esto ocurre, entre otras cosas, porque la mayor oposición visible al presente gobierno “derechoso” (aunque se haga el progresista) esta protagonizada por la Derecha.
IV. La realidad desacompasada.
Este desfasaje cronológico, en el que los tiempos de la ciudadanía y la realidad de la sociedad en la que se supone debe participar, como si los tiempos del electorado se midieran con distintos relojes y calendarios, es una anomalía seria del funcionamiento democrático, y no presagia futuros tranquilos. De persistir lastimará irremediablemente el sistema de representación y su eficacia para decidir como y quienes gobiernan, que es seguramente el corazón del sistema democrático.
Como podría demostrarse con la razón histórica, los años de agitación pueden fomentar la aparición de lideres insólitos, como los que ha ido mostrando la realidad política argentina Estos solo habilitan las reacciones tardías, cuando ya parecen inoportunas y anacrónicas, de quienes son gobernados.
El Gobierno de Illia es un ejemplo de las cualidades que no tiene el actual Gobierno. ¿Cuales son esos atributos hoy faltantes? Programa de gobierno plan de mediano y largo plazo, orientación definida en objetivos concretos, sensibilidad social sin demagogia, defensa y protección de los recursos naturales y del patrimonio nacional, soberanía nacional e internacional, federalismo armónico, cuidado institucional, respeto de la voluntad ciudadana, rechazo de toda manipulación propagandística por parte del Estado, honestidad y austeridad. En fin, aquello que Illia definía como la revolución democrática.
Es curioso que a Illia se lo tachara de lento, si tenemos en cuenta que su breve gobierno fue el más activo y que mas acelerados cambios produjo en la segunda mitad del siglo pasado. La histéresis, pues, ha sido mas bien el padecimiento de una sociedad que no entendía esos cambios, y que solo comenzó a entenderlos cuando ya era tarde.
Desde luego, Illia es patrimonio de todos los argentinos. Al fin y al cabo, toda la historia lo es. Pero este lugar común de los homenajes no debe esconder diferencias: Illia no es patrimonio para quienes desde el gobierno o desde los privilegios, desprecian los atributos señalados. Y menos aun para quienes lo invocan hipócritamente.
Ahora bien: tenemos la historia que nos enorgullece. El desafío, para quienes pensamos que Arturo Illia fue el más grande hombre civil de los años centrales del siglo XX, es qué hacemos o más bien, que deberemos hacer con esa historia, para que tenga presente concreto y realizable. Y esto no admite mas demoras ni histéresis de ninguna naturaleza.
Este informe fue redactado por el grupo de análisis político de la Fundación Illia , dirigido por Osvaldo Álvarez Guerrero, el l8 de enero de 2008. Fecha del aniversario del fallecimiento de Arturo Humberto Illia.-
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 4 días
1 comentario:
Estimados amigos lectores. Creo que esta respetable opinión adolece de racionalización para resaltar el papel de Alfonsín, que es una personalidad extraordinaria pero no exenta de errores.Si hay histéresis, creo que afecta más a los radicales que al pueblo.
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