miércoles, 13 de febrero de 2008

CAMBIAR LA BASE IMPONIBLE

Por René A Bonetto

“En el sector agropecuario, el problema de las retenciones a las exportaciones es que concentran la riqueza, distribuyen al revés”.
“Lo conveniente es reemplazarlas por un impuesto fijo a la tierra.”“Al ser fijo, cuándo hay mayor productividad el impuesto se diluye y entonces se estimulan la producción y la inversión. Además es fácil de recaudar y difícil, casi imposible, de evadir como las retenciones.”Estos conceptos no fueron vertidos por un pequeño ó mediano productor agropecuario ni por alguna organización que dice representarlos. Quien los expresó es Gustavo Grobocopatel, titular del grupo Los Grobo, llamado el rey de la soja pues -se dice- cultiva 150.000 hectáreas con siembra directa y un esquema de tercerización de servicios.Grobocopatel propone además, que los intendentes manejen directamente parte de esa recaudación, creando un sistema descentralizado que provocaría –sostiene-, inmediatamente una revolución en todo el interior del país.En realidad el tema no es nuevo. Desde la recuperación de la democracia en el año 1983 hasta el presente, fue el gobierno del Dr. Raúl Alfonsin quien más avanzó en la materia. Su Programa Nacional Agropecuario (PRONAGRO) contenía como base un Impuesto a la Renta Potencial de la Tierra en reemplazo de varios otros impuestos, pero la iniciativa fue dejada de lado por la resistencia de los sectores más conservadores del agrarismo y la economía argentina.La Federación Agraria y el cooperativismo mantuvieron durante mucho tiempo como eje central de sus propuestas de política agropecuaria la instalación de un impuesto de éste tipo que claramente, fundamentaban, además de más equitativo, sería un gran estimulante de la producción.Los altos precios internacionales de los granos en la coyuntura actual y la decisión de “proteger el bolsillo” de los consumidores, sumado a la actual forma del gobierno de financiar el gasto político y público, posibilitan y dan sustento a la creación de impuestos decididamente malos como las retenciones. Hoy, alrededor del 60% de los productos agrícolas son obtenidos en tierras alquiladas. Las retenciones gravan al producto, es decir a quien lo obtiene y no al dueño de las mismas. Además castigan al más eficiente, porqué quién más produce más paga.En un trabajo reciente, Manciana, Elustondo y quien suscribe, entre otras cuestiones, expresamos: “la cuestión de fondo, y la que impide un esclarecedor debate de cómo hacer que éste sector estratégico de la Argentina entregue toda su capacidad multiplicadora para la sociedad, está en la falta de identificación de los mecanismos que concilien las necesidades legítimas de la misma con aquellos que obren como incentivos al incremento de productividad de los recursos utilizados en el proceso productivo.”El país carece de política agropecuaria de mediano y largo plazo. El cortoplacismo; lo rápido y fácil ha reemplazado el estudio en profundidad de temas centrales que ni siquiera se discuten, lo que es grave y generará consecuencias que, seguramente, lamentaremos en un futuro no muy lejano.Las retenciones son un impuesto a la venta que desplaza el óptimo de producción hacia posiciones menos competitivas, desincentivando el uso de tecnología y planes que vayan más allá de la coyuntura.Las actuales políticas (en conjunto), operan en el sentido que un propietario de tierras productivas tenga más inclinación a arrendar (funcional a la actual concentración del sector) que a hacerla producir. El cambio de fondo estaría dado por la instrumentación de un impuesto nacional coparticipable que represente un costo fijo por unidad territorial, eliminando las retenciones.No se trata solamente de reemplazar un impuesto irracional, tolerable solo en tiempos de elevados precios internacionales como el presente, por otro técnicamente mejor.Esta reforma impositiva debiera darse dentro del marco de una política integral que compatibilice las necesidades actuales del país, su gente y el sector con un proyecto de desarrollo sostenido, equitativo e incluyente que contemple, inclusive, un posible cambio de la extremadamente favorable coyuntura internacional de ésta época. En las condiciones actuales, tal posibilidad, se constituye en una espada de Damocles que pende sobre el agro y la nación. Deberíamos temblar, con solo imaginarla.Incógnita, incertidumbre, cortoplacismo. La liquidación de la ganadería y de los tambos, el auge de la soja, son solo una consecuencia.El mantenimiento de los recursos suelo, agua y medio ambiente se transforman en una preocupación secundaria. Desde el Estado a los productores, pasando por los actores intermedios y servicios, todo el mundo va a la “caja”.Habiendo aún mucho por discutir, dentro del cuadro de situación actual tiene razón Grobocopatel, aunque sobre las retenciones siempre queda la esperanza de su disminución ó eliminación si los precios bajan, mientras que un impuesto a la renta presunta de la tierra que no esté insertado en una política integral llevaría consigo el riesgo de consolidar una situación aún más difícil llegado esos momentos.-

Fuente: Agrodiario

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