domingo, 24 de febrero de 2008

El Presidente Alvear

Por Enrique Pereira (*)
A veces, no pocas, circulan infamias que las repiten, las más de las veces, personas que no creen en ellas, salvo que sufran alteraciones importantes. Una de ellas, la clásica, es esa canallada antisemita de los “Protocolos de los Sabios de Sión”.Otra, más o menos en el mismo andarivel ideológico, es la inventada participación del doctor Marcelo T. de Alvear en el negociado —que existió— de la Cade o Chade. Pero fueron los fascistas los que hicieron desaparecer los documentos, no los radicales.
COSA DE LOCOS. Ahora bien, si alguien quiere hacer un ensayo sesudo sobre la corrupción en la Argentina, el mero acto de elegirlo a Alvear como prototipo, es realmente, para denominarlo amablemente, una cosa de locos.Quien se moleste en repasar la vida pública y privada de Alvear sabe muy bien que siendo un “niño bien” de la más alta sociedad porteña, desde muy joven se arrojó de corazón y para siempre al servicio del pueblo, de la libertad, desde la trinchera de la Unión Cívica Radical. Que muchas veces, desde el 90, puso su vida en peligro, que fue siete veces heredero millonario y otras tantas gastó esas fortunas en la vida cívica, sosteniendo campañas con su dinero. ¿Eso lo hace un coimero?Es sabido que más de una vez sufragó de su peculio los gastos que demandaron recibir a una personalidad extranjera, cuando esos gastos superaron lo estipulado. Con un decreto bastaba, pero Don Marcelo no lo firmaba. Sacaba su billetera, no para comprar voluntades, sino para pagar deudas del Estado.
MALA PRENSA. Durante su gobierno, YPF —que era argentina y la comandaba Mosconi— construyó, para hacer hocicar a los actuales detentadores de YPF o sus imitadores, la Destilería de La Plata y absolutamente nadie dudó de la cristalina conducta de Alvear y de Mosconi.A Alvear le hicieron mala prensa los fascistas, los franquistas y los nazis. Lo atacaban, rabiosos, algunos de sus viejos compañeros de “clase” por haberse casado con una artista, encima extranjera y sin antepasados “nobles”. Era la oveja popular de una casta que se creía superior y que, en alguna medida, era simplemente sirviente de las grandes empresas que lo odiaban, como lo odiaban a Don Hipólito Yrigoyen, que lo designó, mas de una vez, su sucesor.
UN HOMBRE DECENTE. Pescar cuatros chismes al voleo, rumores llevados irresponsablemente al libro, no desfigura la imagen decente, austera, de un millonario que por andar en política murió casi pobre. Hemos leído el aviso del remate de su casona de Mar del Plata. Hemos visto a Don Arturo Illia visitando, allá en 1964, la modesta casa de Don Torcuato en la que vivía, muy anciana, su viuda, Dona Regina Pacini, quien fue despreciada por esa sociedad hueca y antinacional. Por esos 700 pseudo aristócratas que le enviaron un telegrama a Portugal “ordenándole” que no se casara con ella. ¡Atrevidos, indignos y discriminadores!Para los que no tienen la menor idea de los sacrificios de este gigantón terco, inteligente y a veces gritón, que nació y murió en el seno de un mismo Partido, que no giraba como un trompo en búsqueda del sol que más calienta, atacarlo no tendrá importancia. Pero el que lo hace alevosamente es obvio que cumple un mandado que Dios sabrá de dónde le surge: el de tratar de derribar a seres ejemplares y paradigmáticos, pues son —paradojalmente— un mal ejemplo para el encumbramiento de los sinvergüenzas. Además, quien sostiene eso, sostiene a la vez que los dirigentes radicales entrerrianos de ese tiempo eran beneficiarios de esas inventadas coimas. ¿Quién? ¿Laurencena? ¿Mihura? ¿Garay? ¿Santander? ¿Miguel Parente? ¿El profesor César? ¿Roberto Lanús?...Es sencillamente una locura que para describir las miles y miles de inmundicias de la bien llamada década infame en que se sembraron de mártires radicales asesinados en las campañas que Alvear conducía, por el hecho de ser radicales, se ensucie su digna vida. Es alevoso y es injusto.

(*) Afiliado Radical

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