sábado, 1 de marzo de 2008

Entren al tren

Por Mario Arcusin

Editorial del Semanario "Crónica" de Basavilbaso del 29 de febrero de 2008

Recuerdo (como recordarán aquellos lectores que tienen memoria, ¡y que tienen años!) la discusión que comenzó a poco del paso del último tren por Basavilbaso, respecto a si era conveniente, adecuado, lógico y serio (podría seguir agregando adjetivos, seguramente) realizar la Fiesta del Riel (ese era el tema por entonces), teniendo en cuenta, sobre todo, que la fecha de "fundación" de nuestro pueblo, de cuyo centenario se habían cumplido hacía poco 100 años, se había tomado, justamente, del paso del primer tren.
Los que se manifestaban en contra lo hacían con la sana convicción de que ya no había nada que festejar, mientras que los que proponían su continuidad, entre ellos nosotros en alguna columna radial de por entonces y en varias editoriales, hacíamos hincapié en la rica historia ferroviaria de nuestro pueblo, no siempre recordada en su justo valor, y a veces opacada (no con mala intención, por supuesto) por su par en importancia, si es que se puede hacer una valoración de este tipo, o sea la inmigración judía a la Colonia Lucienville.
Es así entonces que hoy nos encontramos en medio de reclamos y emprendimientos en favor de la vuelta del tren, que, como decía más arriba, es como rogar por el regreso de alguien que forma parte de nuestra familia.
Pero esta situación y esta lucha, que son y deben ser de todos, no pueden hacernos olvidar las causas, las razones, los motivos y las circunstancias por las cuales nos encontramos como nos encontramos, ya que, de otra manera, estaríamos cometiendo el mismo error que tantas veces se ha cometido, y que aunque forme parte casi indisoluble de la naturaleza humana no tiene por qué obligarnos a hacerlo: "tropezar dos veces con la misma piedra".
En otra página de la edición de hoy de Crónica se habla de "ferrocidio", feliz término (para una infeliz situación) acuñado vaya a saber por quién, y que describe elocuentemente lo que pasó en Basavilbaso en particular y en Entre Ríos y la Argentina en general.
Pero ese término, que significaría la acción de "matar al tren", debe complementarse con la identificación del autor de esa acción, ya que así como el cuerpo del delito, fundamental para el esclarecimiento de los hechos, (en este caso la chatarra, el abandono, la desidia) está, también está escrito en la memoria de todos y en los documentos de la época, el nombre de quién tomó la decisión fatal, o sea, en este caso, el autor material e intelectual de eso que los firmantes y conformantes reconocen. Obviamente a nadie escapa que estoy hablando de Carlos Saúl Menem.
Voy a recordar acá, no solo para los olvidados sino principalmente para los olvidadizos, que el por entonces gobernador riojano (allá por el año 1989) triunfó en unas apasionantes elecciones internas que ya son parte de la leyenda del peronismo y de la historia política del país, sobre Antonio Cafiero, convirtiéndose en el candidato que el partido creado por Perón llevaría a la presidencia. No solo eso, sino que la fuerte presión que este hecho ejerció sobre la opinión pública, que generó un irresistible arrastre por fuera de las estructuras partidarias, terminó por darle el último empujón a un debilitado Alfonsín, obligándolo a la entrega anticipada del poder, sin que a nadie se le ocurriera recordar en ese momento el fenomenal gesto que tuviera Ricardo Balbín casi quince años antes, cuando recomendara mantener la vigencia de las instituciones "aunque sea con muletas".
Uno supone, entonces, que quienes trabajaron en aquella oportunidad para el triunfo del justicialismo, como corresponde a todo afiliado a un partido político que se precie (el afiliado y el partido), votaron a Menem y adhirieron a su plan, aunque más no sea con su silencio cómplice. Y no solo eso, sino que, aunque esta mención sea de tan insistente, pero cierta, cansadora, volvieron a trabajar por su reelección y a votarlo seis años después, cuando ya el pasto crecía sobre las vías vacías y solo los trenes de carga de los amigos del poder surcaban esos "caminos de fierro".
No voy a dar nombres de dirigentes locales no por temor sino porque no hace falta, ya que aquí nos conocemos todos. Pero sí voy a recordarle al actual gobernador, el que por estos días se encuentra gestando una bienvenida recuperación de servicio en la provincia, que él fue uno de los promotores, con su militancia y con su voto, de ese desastre. Y que, además, y esto es muy importante de ser tenido en cuenta, el resarcimiento del daño, que no siempre es posible, no exime a nadie de la expiación de sus culpas.
Bienvenida sea la reactivación de todos los ramales y bienvenida la contrafrase "ramal que reclama, ramal que se abre". Pero no nos olvidemos que ese arroz que se pretende transportar ahora de San Salvador hasta el puerto de Concepción del Uruguay ya existía cuando Menem decidió, luego de un absurdo e hipócrita "tren de la esperanza", terminar con el principal medio de comunicación de un país enorme, que tiene rutas peligrosas, deterioradas y angostas hasta el límite de lo posible. Y que aquella zona postergada del norte de la provincia que ahora se menciona y se sublima, quedó más postergada todavía cuando los pequeños pueblos construidos "a la vera del ferrocarril" perdieron la razón de su existir. Y no olvidemos que cuando habría que haber hecho importantes recortes de gastos en varios sectores para poder asignar recursos a obras básicas de infraestructura, nada se hizo, siendo que cualquier asesor asesora a quién no sabe acerca de que hay un vínculo indisoluble entre el desarrollo de la infraestructura y el crecimiento.
A muchos de nosotros, aunque no a todos, como debería ser, nos duele ver que al borde de todas esas rutas atestadas de camiones (¿todos de Hugo Moyano?) y de micros (¿se sabrá alguna vez de quién es Flecha Bus?) las vías férreas están inactivas o semi aprovechadas por aprovechadores.
Claro que es hora de abrir los ramales, pero también es hora de reconocer que alguien dejó todo en manos de las empresas concesionarias a las que lo único que les interesaba (y no está mal) es la rentabilidad. Y si el estado no corrigió deficiencias y omisiones en 45 años, ¿por qué lo iban a hacer ellas?
Y para que uno pueda volver a creer en este tipo de expresiones de deseos, que en principio solo sirven para ubicar a algún amigo desocupado, uno debe aprender a leer entre líneas y a pedir explicaciones. Porque no puede ser, ya que de rutas estamos hablando, que un diputado provincial propicie la repavimentación de un camino que hace seis meses otro diputado hizo señalizar, caro y mal. Como tampoco es creíble el ver rasgarse las vestiduras a quienes nada hicieron para evitar el barro mientras había uno mezclando tierra y agua.
Por qué nadie ha mencionado, por estos días, que ese tren que partirá el sábado a las 17 desde la estación, en un viaje de esparcimiento a Urdinarrain, fue reactivado por Montiel, del que sólo se ocupan de recordar por los tristemente célebres federales. Y muchísimo menos se menciona que a la partida de aquél primer viaje a Villaguay no asistieron muchos de los que hoy "saludan con beneplácito el compromiso público asumido por el Señor Gobernador Sergio Urribarri de trabajar en procura de recuperar el sistema ferroviario en nuestra provincia".
¿Dónde estaban entonces? ¿Estaban como el avestruz, metiendo la cabeza en la arena para no ver ni oír, o estaban haciendo como el tero (o la tera), que pone los huevos en un lugar y pega el grito en otro?
La gente termina por no creer, y está bien que así sea, a quién un día es incendiario y, al otro día, bombero.

El Dr. Mario Ignacio Arcusin es Director del Semanario Crónica de Basavilbaso

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