viernes, 14 de marzo de 2008

La Catedral de la Plaza de Mayo o “Todos somos católicos”

Por Mario Arcusin

"Después de Auschwitz, todos somos judíos", escribió Jean Paul Sartre.
La filósofa judía-alemana Edith Stein, que en 1933 se convirtió en sor Benedicta de la Cruz y nunca renunció, sin embargo, a sus raíces hebreas, alegó que el antisemitismo era un Cristicidio y cuando en 1933 el Papa Pío XI dijo textualmente "La Iglesia ora por el pueblo judío, portador de la Revelación hasta la llegada de Cristo", Edith Stein se siente con derecho a pedirle a su sucesor, Pío XII -Eugenio Pacelli-, una encíclica para proteger a los judíos. "Espiritualmente, todos somos judíos", le dice la monja judía al Pontífice progermano. No obtiene respuesta. Pío XII no protegerá a los judíos y Edith Stein será arrebatada a la protección de la Iglesia y deportada por los nazis, a pesar de ser monja, al primer campo de concentración, Dachau.
Un 25 de enero de 1997, el crimen de un periodista gráfico conmovió a la opinión pública. La frase "Todos somos Cabezas" se leería durante unos meses.
Ya se había escuchado algo parecido: "Todos somos sospechosos" en 1976...; otra vez "Todos somos judíos", en 1994, cuando la AMIA...
Aún a riesgo de caer en la trampa de decir que todos es lo mismo que nada, o sea que somos lo que no somos, elegí este título para hablar de un tema que me conmovió, y respecto al cuál esperé un tiempo para ver las reacciones que podrían ocurrir, y que, finalmente, casi no ocurrieron.
Quiero escribir, entonces, acerca de la toma de la Catedral Metropolitana por un grupo formado por seis Madres de Plaza de Mayo, encabezado por su presidenta, Hebe de Bonafini, en supuesta protesta por la falta de entrega de fondos estatales destinados a sus proyectos de viviendas populares en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y quiero hacerlo como muestra, y en consecuencia con mi pensamiento expresado ya tantas veces, de que no hay espacio para los neutrales, los indiferentes y los distraídos, ni razones para distinguir según las características de las víctimas.
“Nos vamos a quedar aquí hasta que Macri devuelva el dinero que no le corresponde. Queremos que la gente sepa que las Madres estamos aquí. Nos clausuraron los baños de la catedral y tuvimos que improvisar uno, detrás del altar”, había señalado Hebe de Bonafini.
Aunque sea anecdótico, y no tenga nada que ver con la gravedad de lo que finalmente pasó, bueno es saber que todo vino porque el gobierno de Macri retuvo 3,4 millones de pesos girados por el Ejecutivo Nacional (¡caramba, qué coincidencia!) para el pago de salarios de más de 1300 trabajadores y la compra de materiales en diversas obras impulsadas por la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Y según Macri, los fondos serían entregados una vez cumplidos los pasos legales correspondientes, lo cual no era ninguna extravagancia.
Desde hace dos años, la Asociación Madres de Plaza de Mayo dirige proyectos de construcción de viviendas en los barrios más pobres de Buenos Aires, tras un acuerdo con el Gobierno argentino (que el gobierno porteño no tuvo otra alternativa que aceptar), así como se les concedió la posibilidad de crear una Universidad, asignándole la figura de la “mujer de la bolsa”, la ex ministra que escondió los doscientos mil dólares en el baño, como “asesora financiera”.
Pero el problema se torna más grave aún cuando uno se pregunta, como está sucediendo con muchas cosas últimamente, por qué estas cosas no se conocen en la medida que sí se difunden, por ejemplo, los accidentes de las modelos. Para mí que la falta de publicidad tiene que ver con la carencia de autenticidad del periodismo argentino, en el que la gran mayoría apoya a todas las expresiones opuestas al militarismo prepotente, que gobernó de facto tantos años, tomando el tema como una verdad revelada, a pesar de no siempre coincidir con quienes se han embanderado como titulares del legado que ha quedado como resultado de aquellos desgraciados años. Pero nada de aquello les da el derecho a estas mujeres para que practiquen el vandalismo "autorizado" en el que cuando termina el ataque ningún fiscal, juez o representante de la ley tome alguna medida para terminar con éstos actos.
Es notable como casi todo el periodismo argentino es temeroso de oponerse a éstos grupos afines al gobierno. Solo caen contra ellos si hay un clamor popular en su contra, en caso contrario prefieren esperar para no tocar algo que se les podría "dar vuelta" y causarles algún tipo de pérdida (obviamente, sólo económica, porque las otras pérdidas para ellos no cuentan). Y para esa forma de periodismo que hoy existe, no solo en la Argentina sino en gran parte del mundo, no tiene que haber sido una noticia vendible y por eso no tuvo cobertura. Es sabido que en Europa y en EEUU las Madres tienen ganado un espacio mítico importante, gracias a su tenacidad, a su lucha y a su empeño por llegar a la verdad. Pero, para los argentinos, esa realidad está siendo opacada por otro tipo de expresiones, posturas y posicionamientos, que las colocan, a veces, en lugares diametralmente opuestos a los que ellas dicen defender.
Entonces, lo que si resulta impresionante es que haya sido el Rabino Sergio Bergman el único que salió a hablar y, nada menos, en el diario La Nación. Esto le hizo sugerir a muchos católicos militantes, incluso en cartas a ese mismo diario, que “en adelante, cuando nos encontremos en una situación semejante, ya sabemos a quién recurrir (al Cardenal "Su eminencia reverendísima el Señor Cardenal" no)”.
Yo no soy un experto en Derecho Canónico, pese a haber visto algo, tangencialmente, en mi carrera, como para confirmar si es viable o no algún tipo de sanción para los implicados en este hecho, como, por ejemplo, una excomunión latae sententiae. ¿Los abogados católicos no pueden defender esta causa? ¿No se encuadra dentro de un delito penal? ¿Y el INADI... no es esto una discriminación a los católicos? Debe ser castigada, no hay duda, ¿o pasará en silencio y en impunidad como siempre?
Sin embargo, cuando no se podía negar lo evidente, el diario Clarín, que se sabe a quién responde, “supo de inobjetables fuentes eclesiásticas”, que nada de eso sucedió. Para el principal diario argentino, el propio cardenal Bergoglio hasta incluso ordenó que se les suministrara a las Madres algo frío para beber. Y salvo Bonafini, que no paraba de hablar por el celular, sus compañeras presenciaron con recato la misa del mediodía (eso, reitero, decía Clarín).
Podrá discutirse si reclamar dentro de una catedral es lo más atinado, pero lo que está claro es que no puede hablarse en este caso de algo tan grave como una profanación, dijeron las mismas fuentes.
No puedo menos que coincidir, entonces, con el Rabino Bergman, para quién la profanación de la Catedral Metropolitana no fue sólo perpetrada por quienes la tomaron, sino, sobre todo, por aquellos que sabemos y no nos sinceramos. Es la acción de algunos pocos pero, tanto o más, la omisión, el silencio cómodo y cómplice de quienes, viendo todo, no hacemos nada.
Nada puede justificar la desproporción de ingresar en la Catedral para tomarla como rehén de un mecanismo de extorsión, a cuenta de la profanación de aquello que, sabiendo de la sensibilidad de su proyección, pretende sólo dañar.
Lo paradójico es el silencio masivo frente a este hecho que, público y notorio, fue rápidamente disimulado y silenciado. Si se hubiera realizado la misma acción de presión ingresando en una sinagoga o en una mezquita o algún otro templo de cualquier confesión, sé que la reacción hubiera sido inmediata, masiva y de repudio.
La Constitución da claras garantías para expresar y reclamar. Hay ámbitos públicos donde cada día se ocupan las calles y se reclama, por lo que cabe preguntarnos el motivo de hacerlo en la Catedral. Pero no sólo la Catedral es profanada, sino también los límites sagrados de la ley, donde los derechos de unos no pueden imponerse para violentar los de otros.
Y, agrego yo, tampoco he sido participado de ninguna misa o ceremonia religiosa organizada para pedir por las víctimas (en este caso todos), porque Nunca Más se repita este tipo de hechos, y porque la Memoria y la Justicia estén presentes SIEMPRE.

El Dr. Mario Ignacio Arcusin es Director del Semanario Crónica de Basavilbaso.-

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