domingo, 30 de marzo de 2008

La tercera colonización de Sudamérica

Por Pilar Rahola

Me pregunta una periodista de El Correo, de Perú, si estamos preocupados más allá del Atlántico, en esta lejana Europa que ellos sienten tan cercana. No sabría decirle. Europa es un continente roto, fragmentado por múltiples reinos de taifas más por sus intereses económicos que por los derechos universales, y generalmente sordo a los problemas del mundo. Por supuesto, los europeos hablamos mucho de derechos, levantamos la Carta Magna cada vez que los yanquis se mueven de plano, exhibimos una indignación de bolsillo con las guerras que no lideramos, y acto seguido tenemos líos en los Balcanes, nos vamos a África a destruirla, nos amistamos con las dictaduras de Oriente Medio y saludamos al gigante chino, a pesar de su patita represora, encantados de que nos fabrique zapatos baratos. Y respecto a Iberoamérica, más allá de la voracidad económica y la retórica buenista, no mostramos ningún interés. Quizás España, por aquello de los lazos históricos, pero seamos serios. ¿Realmente cuenta el continente americano en las agendas políticas de nuestros gobernantes? Diría que el interés es francamente mejorable. No, le respondo. No preocupa demasiado. Desde Europa, el chavismo es una especie de esperpento cómico, más cercano a los mitos de las repúblicas bananeras que a la realidad del siglo XXI. Por supuesto, habrá cancillerías preocupadas, y centrales de inteligencia que echarán humo con las amistades peligrosas del Napoleón venezolano, pero en el ámbito público, Chávez tiene más interés para los programas de humor que para los analistas políticos. Y sin embargo, lo de Chávez no es una broma. Su cacareada revolución bolivariana es un proyecto estructurado, regado con millones de dólares, y que penetra en los entresijos más olvidados de Iberoamérica con notable eficacia. Lo conocido está ahí: el papel de chavito aplicado que está haciendo el presidente de Ecuador. Sus amigos de retórica, desde Nicaragua hasta Bolivia, o Cuba, todos sustancialmente ayudados por el Padre Padrone. Y finalmente, el efecto K de Argentina, a quien Chávez le hace luz de gas, pagando deudas. Desde la perspectiva de la gran política, Chávez ha conseguido callar bocas que podrían ser sensatas y, a la vez, abrir las bocazas de los estómagos agradecidos, con lo cual, la contestación que sufre es, más allá de la lógica dureza del colombiano Uribe, muy tímida. Y, sin embargo, para los dirigentes sudamericanos, Chávez es un problema serio que no sólo hace ruido en las tribunas internacionales o eleva a categoría de interlocución a los terroristas de las FARC. También está practicando una injerencia social abiertamente colonizadora. El ejemplo peruano de las Casas del Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas) es, quizás, el síntoma más revelador de los planes colonialistas del chavismo, que ha encontrado en la estrategia del Hamas palestino o de los integristas del Magreb un modelo que seguir. Se trata de aprovechar los endémicos problemas sociales que existen en el continente para hacer obra social al tiempo que se practica un desacomplejado proselitismo revolucionario. Como la ayuda del integrismo islámico a los niños, a los que da comida y un manual de martirio. Así, Chávez penetra por ejemplo en Perú, aterriza en zonas con problemas graves, promete ayudas y limpia cerebros. Si Sudamérica sufrió la colonización española y, después, en plena guerra fría, la doble colonización norteamericana y soviética, en la actualidad empieza a sufrir la tercera colonización. Y no es menor. Porque Chávez tiene mucho a favor, para sus planes bolivarianos: dinero para comprar voluntades, problemas sociales para usar demagógicamente, palabras ruidosas de sus populistas compañeros y pesados silencios de los vecinos razonables. En Perú lo saben y preguntan. En Colombia lo saben y se indignan. En Argentina lo saben y sonríen. Y en el resto, lo saben y no saben qué hacer. Difícil reto.

Fuente: www.pilarrahola.com

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