lunes, 14 de abril de 2008

LOS HOGARES MÁS POBRES CONSUMEN SÓLO EL 21% DEL TOTAL DE ALIMENTOS

Textual: Informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino

Las retenciones disminuyen el precio interno de los alimentos, beneficiando a los hogares de más bajos ingresos que destinan una mayor proporción de su presupuesto a la compra de estos productos.Sin embargo, quienes más alimentos consumen en términos absolutos son los segmentos medios y altos.Número 227 En consecuencia, deprimir el precio para toda la población beneficia en mayor medida a los segmentos medios y altos. Para mejorar el ingreso real de los hogares más pobres, las retenciones no son un reemplazo de los buenos programas sociales.Uno de los argumentos utilizados a favor de fijar un nivel alto de retenciones a las exportaciones de alimentos es que disminuyen el precio interno de la comida. La lógica detrás de esta idea es que al exportar menos alimentos –gracias a las retenciones altas– los productores abastecen el mercado interno. De esta manera, el precio doméstico se desvincula de los precios internacionales. Como la proporción del presupuesto familiar destinada a la compra de alimentos es decreciente con el ingreso del hogar, se entiende que bajar los precios de los alimentos con retenciones es una política redistributiva.¿Que los alimentos tengan menores precios significa que se benefician mayormente a los pobres? Datos oficiales sobre cómo es la estructura de gasto de los hogares según nivel socioeconómico permiten obtener algunas evidencias que echan luz a este interrogante. Con la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares del INDEC 1996/1997 (última disponible), actualizada a febrero del 2008, se puede observar que: • El 40% de los hogares de menor nivel de ingreso destinan aproximadamente el 45% de su presupuesto a alimentos pero representan sólo el 21% del consumo total.• El 40% de los hogares con niveles medios de ingresos gasta el 33% de su presupuesto en alimentos y absorbe el 41% del consumo total de alimentos. • El 20% más rico destina sólo el 21% de su presupuesto a alimentos, pero representan el 38% del consumo total de alimentos.Los datos confirman que los pobres destinan una mayor porción de su ingreso a alimentos. Pero esto no significa que sean los que más alimentos consumen. Al tener un nivel de ingresos muy inferior al de los hogares medios y altos, estos últimos, aún destinando una porción menor de sus ingresos, consumen muchos más alimentos que los hogares pobres. En términos más gráficos, los hogares más pobres gastan en alimentos $355 por mes, mientras que los de ingresos medios gastan$700 y el 20% más rico gasta $1.300.Imponer retenciones implica montar un subsidio implícito desde los productores a los consumidores. Los datos del INDEC sugieren que por cada $100 que el Estado canaliza por este mecanismo, a los hogares pobres sólo llegaría aproximadamente $20. El resto beneficia a familias de ingresos medios y altos. Estas cifras ilustran la bajísima efectividad que tienen las retenciones como mecanismo de redistribución de ingresos. Con un mecanismo de política social alternativo (por ejemplo, los programas de transferencias monetarias condicionadas), se necesitarían menos recursos y se lograrían mayores efectos distributivos ya que se evitaría la filtración de beneficios a favor de segmentos de ingresos medios y altos. Además, su impacto distorsivo sobre la producción sería mucho menor.El problema de fondo de la Argentina es la muy baja capacidad de gestión del Estado. Como se administra muy mal el sistema tributario, las posibilidades de evasión del impuesto a las ganancias son grandes, por ello, se apela como sustituto a las retenciones. El resultado es que se produce una gran inequidad porque las retenciones no son sensibles a las distintas rentabilidades de los productores. Así, la incapacidad en la gestión tributaria termina desincentivando la producción. En el mismo sentido, como la gestión de los programas sociales en Argentina está plagada de pujas y clientelismo, se apela a tratar de reducir el precio de los alimentos con distorsiones para aliviar la situación de los hogares de ingresos más bajos. El resultado es que los logros distributivos son muy pobres porque quienes más alimentos consumen son las familias de ingresos medios y altos.Con estos antecedentes, se justifica el pesimismo que genera la estrategia de compensar a los productores más pequeños el impacto de las retenciones a través de subsidios que entregaría una dependencia del Estado nacional (la ONCCA) . Si el sector público tuviera capacidad de gestión, no necesitaría semejante nivel de retenciones. Mejorando la administración tributaria, se reduciría la evasión, y a través de impuestos tradicionales, como el impuesto a las ganancias, se generaría suficiente recaudación. En el mismo sentido, con buenos programas asistenciales se garantizaría una adecuada red de contención social. Apelando a las retenciones como “política social” se esta reconociendo la debilidad en la capacidad de gestión del Estado. Por lo tanto, resulta contradictorio tratar de destrabar el conflicto proponiendo montar un mecanismo que demanda una gran capacidad de gestión pública. Proyectar que esto va a terminar en burocracia, arbitrariedades y corrupción, es un acto de realismo. Esto lleva a enfatizar la necesidad de pensar en otra estrategia para el sector agropecuario.

Fuente: SEPRIN

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