Por Mario Arcusin
Editorial del Semanario Crónica de Basavilbaso del 21 de marzo de 2008.-
Viejo tema argentino el de las antinomias. Siempre resulta que, más allá de las razones que uno tenga para decir lo que dice, y aunque estén largamente fundadas las aseveraciones, se es gorila si del otro lado hay peronistas, o “facho” si los del otro lado son “progres”; “zurdo” si del otro lado son “conservas”; y ésto sin entrar en otras temáticas, como, por ejemplo, las religiosas, ya que de nuestra postura al respecto dimos muestras la pasada semana.
Toda esta introducción viene a cuento porque por primera vez en estos tiempos estamos siendo testigos casi privilegiados (¿corresponderá decir privilegiados?) de un reclamo sectorial, y así como alguna vez nos tocó analizar lo que hacían los piqueteros cuando pedían el aumento de los “planes”, o, más cerca en tiempo y espacio, lo que todavía hacen los asambleístas de Gualeguaychú (y también los de Colón y Concordia), y en esos momentos proponíamos un análisis que no se quedara en “todo negro” o “todo blanco”, queremos acá también comprobar si todas las variables en juego nos pueden aportar alguna visión más amplia, que comprenda lo que piden los que piden, lo que dan los que dan, y lo que deben soportar los que siempre soportan.
Hay que tener en cuenta que los mismos que no hesitan en apoyar el corte de los puentes que nos ¿comunican? con el Uruguay, aceptando como hipótesis válida que ahí los perjudicados son sólo los que pretenden ir de vacaciones al vecino país, pueden volverse en contra de una medida semejante cuando consista en cortar rutas internas, por las que se transita normalmente todos los días, y a través de las cuales hay que ir a la facultad, consultar al médico, concurrir al trabajo, volver a la casa, cobrar cuentas, cumplir con audiencias, visitar a familiares enfermos, hacer trámites, retirar al auto del taller, ir a la iglesia, buscar la carne y el pan (de cada día), darle de comer a los pollos, etc., etc. (¿se da cuenta Ud. de cuántos etcétera estamos hablando?)
Nos decía un amigo conocedor del tema, y visitante este año de la fabulosa Expoagro que organizaron conjuntamente, por primera vez en la historia, (y eso no es casualidad) los dos principales diarios del país, o sea Clarín y La Nación, que, por dar un dato, se habían vendido 240 tractores en ella (la verdad es que como la cifra nos asusta, no sabemos si corresponde solo a una firma y si se trata de tractores y otro tipo de implementos; lo cierto es que creemos que es mucho), lo cual parece venir a significar que hay por lo menos un sector del agro que puede hacerlo, más que nada teniendo en cuenta que la mayoría ya se puso a tono con los adelantos tecnológicos en estos últimos años, por lo que no están cambiando un viejo Fiat de los ‘60, sino, seguramente, algo de la última década. También me decía este amigo, que existe y no es mi alter ego, que no hay que ser muy avispado para advertir que algo similar sucede con ese fenómeno contemporáneo de las 4x4, que muchos cambian por otra 0 km. cuando se le va un poco el dibujo de las gomas. Leyendo así la cosa, no difiere mucho el comportamiento de los piqueteros que cortan los puentes de acceso a la capital llevando en brazos a sus chicos hambrientos, porque saben que eso presiona, (debemos creer que siempre hambrientos, porque si no, no creemos en nada), del que importa llevar a la ruta la maquinaria antediluviana, que quedó arrumbada en el campo y que rescatan para este único fin, y no la de última generación, que queda bien guardada en los galpones.
Sí hay que tener en cuenta que la repercusión de las medidas del gobierno afecta en mayor proporción a los pequeños productores, a los que en nuestro trajinar diario estamos acostumbrados a ver en las cooperativas y en los bancos, y que muchas veces se endeudaron hasta arriesgar todo su capital. Ellos, que por muchos años recorrieron los caminos en camionetas destartaladas y atadas con alambre, se merecen, por el valor de sus bienes y por las consecuencias que para el país (o, por lo menos, para el gobierno) tiene la exportación de soja, tener una mayor seguridad y no ver recortados sus ingresos por los retiros de un “socio” que se acuerda de la sociedad en la época de las vacas gordas, pero que las más de las veces fue un espectador de lujo, a través de entidades oficiales de crédito, de la quiebra de muchos de ellos. Entendemos que este sistema sería equitativo si el estado nacional tuviera previsto un plan creíble y confiable que creara una sociedad en las ganancias pero también en las pérdidas. A nadie escapa que esto, que muchos llaman “meterle la mano en el bolsillo” de los productores, es una “avivada” del gobierno, que, desesperado por conseguir financiación para su “caja política”, se cree con derecho a compartir las ganancias de aquellos que producen, más allá de los impuestos que ya están previamente determinados.
Y esto sin profundizar, que ya tendremos otro día tiempo y lugar para hacerlo, en que el precio del grano que cobra el agricultor es el del mercado internacional menos las retenciones, hoy US$ 533, menos 44%, que es el “impuesto” que paga. Pero el responsable del pago al fisco es el exportador que actúa como un agente de retención del impuesto y que lo pagará mucho más tarde: 15 días después de haber embarcado el grano. Esa particularidad da lugar a un manejo por lo menos extraño, que hizo que días pasados Gustavo Grobocopatel, dueño y señor del mayor feudo sojero de la Argentina, defendiera a ultranza el modelo.
Lo que particularmente nos llamó la atención, y ahí nos parece que está el meollo de la cuestión cuando se trata de resoluciones tomadas por gobiernos democráticos, es que, viendo las caras de muchos de los que reclaman, reconocemos en ellos a propagandistas de las bondades del kirchnerismo cuando se propiciaba la “fiesta de la soja”, e, incluso, llamaban a votar por la continuidad (léase Cristina) para que no viniera un gobierno de otro signo que “pretendiera” teñir de justicia social este momento tan fecundo de la economía argentina. Cuando nosotros bregamos por la vigencia de los partidos políticos, lo hacemos convencidos de que el pragmatismo, o sea el hacer lo que conviene al momento, dejando de lado las ideologías, es “pan para hoy y hambre para mañana”, y comúnmente, termina con una manta corta, que si tapa la cabeza destapa los pies. No hemos visto, en todos estos años de retenciones al sector agropecuario, ningún resultado que se traduzca en mejoras en la asistencia social, en las inversiones en seguridad, en la elevación del nivel del sistema educativo, en la puesta en valor de las rutas, etc. Es cierto, como rezaba el cartel colgado de la máquina que cortaba la Ruta 39, que Cristina parece más preocupada por los zapatos franceses que por las alpargatas, pero a eso ya lo sabíamos todos, o por lo menos los que no nos chupamos el dedo, desde hace varios años. ¿O no sabe la gente que las oficinas del peronismo (¡no voy a dejarme llevar más por los efluvios de quienes pretenden llamar a esto kirchnerismo, como antes menemismo, duhaldismo, lopezreguismo, y todos los ismos que se les ocurren para sacarle el cuerpo a la responsabilidad que tienen en todos los desatinos!) están en el lujo de Puerto Madero, y no en la promiscuidad de la Villa 31?
Acá, entonces, pareciera casi obligatorio, por lo menos para culminar con uno de los aspectos del problema, que no es lo mismo pelear por la falta de pan que por la falta del postre helado. Así le fue a María Antonieta (y a su cabeza) cuando desestimó el clamor popular porque ella no sabía lo que era el hambre.
Pero, como decíamos más arriba, no nos parece suficiente ver un solo lado de la luna. Debemos, entonces, ser sinceros en cuánto a nuestra opinión respecto a dónde es que hay que “hacer doler” para que una medida de presión, en el ejercicio del legítimo derecho de petición que avala la Constitución Nacional, tenga efecto. Porque así como los maestros no cortaron rutas sino que optaron, en muchas etapas de muchos gobiernos, fueran del signo político que fueran, por no dar clases, con el evidente objetivo de que los padres de los alumnos presionaran a fin de que se les concediera lo que les correspondía y se merecían, y ni un peso más, porque eso sería pedir un regalo, estos productores, lejos de hacer sufrir las consecuencias a los que menos tienen (que menos tienen en pesos y que menos tienen que ver), deberían cercar con sus vehículos la Quinta de Olivos, la Casa Rosada, o, si es que les alcanzan los obstáculos de que disponen, los cientos de propiedades que el matrimonio Kirchner posee en Santa Cruz.
En una de esas, si no nos sacan apurados y podemos hacer bien las cuentas, reteniendo el 44% del valor de los terrenos que tiene en El Calafate la pareja real, equilibramos las cuentas públicas.
El Dr. Mario Ignacio Arcusin es Director del Semanario Crónica de Basavilbaso
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
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Hace 5 días
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