miércoles, 2 de abril de 2008

El campo regresó la cuestión federal al centro del debate político

Por Ignacio Fidanza

El campo planteó la mayor distorsión del actual modelo: el centralismo fiscal que desarticula el sistema federal. Con madurez política, los líderes de la protesta eludieron las provocaciones del poder y levantaron los cortes, pero no los reclamos.
La operación de manipulación de la opinión pública que el gobierno ensayó en estos largos 21 días de huelga agraria, buscando asociar el reclamo del campo con un intento de golpe de Estado de estancieros oligarcas, nostálgicos del proceso, fracasó en toda la línea.
La derrota fue tan grande como la distancia entre la Plaza de Mayo rentada y crispada de ayer, con ese acto sencillo, de micrófonos antiguos a cable, que los dirigentes rurales armaron de un día para el otro en Gualeguaychú, sin más tecnología en la convocatoria que el boca a boca de los productores.
Frescura de los acontecimientos sociales que surgen de arriba hacia abajo, frente al frío marketing avasallador que desplegó el gobierno, en ese inmenso tinglado que ubicó a la Presidenta, allá arriba, rodeada de pantallas electrónicas como una estrella de rock. Una plaza que más allá de la retórica triunfalista del kichnerismo, evidenció claros notables.
El discurso oficial, que hizo de la división, el enfrentamiento y la persecución su motor político, se estrelló hoy contra la crudeza de los argumentos de gente que no les debe nada. Fracasó también en el campo la visión maniquea de los acontecimientos, como sistema de disciplinamiento de las mentes.
Impericia política, que en su decadencia, se exhibe en los frustrados esfuerzos por dividir un campo que se mantuvo unido; en la torpe búsqueda de direccionar la frustración de las ciudades por el desabastecimiento hacia los productores; maniobra que el campo desarticuló, liberando las rutas, con una generosidad que no exhibió el gobierno a la hora de revisar sus medidas.
La cuestión federal
“No te confundas pibe, este es el país de Mitre, ellos fueron los que ganaron”, le dijo a un periodista, en la tensión de las horas previas al golpe de 1976, el entonces ministro de Trabajo Miguel Unamuno. El pensamiento reflejaba una realidad que trasciende los partidos y que hoy, como pocas veces en la historia reciente, regresó al debate político.
El pretendido sistema federal argentino es apenas una promesa incumplida más de la Constitución. Es una lamentable paradoja que hayan sido gobernadores de provincias chicas como Carlos Menem y Néstor Kirchner, quienes lejos de revertir esa situación, la hayan agravado. Pero no es casual.
El culto al poder del peronismo –la única doctrina une mantiene el movimiento con coherencia- se articula muy bien con un modelo unitario de ejercicio del poder. Así como para un gobernador es natural darle órdenes al Superior Tribunal de su provincia, para los Kirchner es lógico que sean ellos quienes manden sobre los representantes de las provincias, el Congreso y la Corte Suprema.
Es la misma lógica que explica porque el aumento de las retenciones –que son un impuesto- tampoco pasa por el Congreso, pese a que la Constitución lo exige. Que se esconde detrás de la eterna mora en sancionar una ley de coparticipación federal, que también exige la Carta Magna.
Cambiar esa tradición y ajustar los comportamientos políticos a las leyes, implicaría un cambio profundo en la concepción del poder que trasciende a los Kirchner, que a lo sumo, lo han perfeccionado, y en todo caso, expuesto en toda su crudeza.
Y esto es tal vez lo más interesante que surge de este conflicto durísimo, que el campo supo sostener con una firmeza que hasta ahora ningún otro actor social había expresado en su relación con los Kirchner. Lo dijeron en Gualeguaychú: “Esto es un punto de inflexión, ya nada será como antes”. No va a ser fácil, pero a la democracia argentina parece haberle llegado la hora de discutir un modelo de federalismo real.
La nueva agenda
Algún hegeliano convencido podría filosofar sobre la naturaleza dialéctica de la vida. Es una discusión que excede este artículo, pero no deja de ser un acontecimiento notable observar que justo cuando el centralismo fiscal llega a un extremo nunca antes conocido, la necesidad de rediscutir la cuestión federal regresa al ciudadano de pie.
“Ahora ellos van a tener que explicar porqué en el país de la carne, la leche y los alimentos, se mueren 25 chicos por día por desnutrición”, afirmó Eduardo Buzzi, líder de la Federación Agraria. “Golpismo es la chequera unitaria de los Kirchner que se llevan de los pueblos 12 mil millones de dólares para disciplinar a los gobernadores, y nosotros no recibimos ni una ruta en buen estado”, agregó el referente de los autoconvocados, Juan Etcheverría.
Es muy triste observar a personas grandes, cultas y con toda una vida dedicada a la militancia, obligados a sentarse como alumnos del colegio primario, compungidos y fastidiosos, detrás de la Presidenta, tres veces en una semana, sin fuerzas para aplaudir, pero sin coraje para decir lo que piensan. Pero no son todos.
Importantes referentes del peronismo como Carlos Reutemann, Juan Schiaretti y Mario das Neves, con sus contradicciones, ya empezaron a cuestionar el rumbo que eligió el gobierno en esta pelea. “¿Cuánto falta para que un gobernador se plante y denuncie que el poder central lo extorsiona, que no le gira los fondos que le pertenecen porque no se alinea políticamente”, se preguntó un importante dirigente peronista.
Néstor Kirchner entró en la política grande, cuando comenzó a desafiar a Menem, a plantear lo que muchos pensaban y callaban sobre un modelo que crujía. Por la misma razón, Cristina Kirchner fue expulsada del bloque de senadores peronistas, por muchos de los que hoy la adulan. ¿Cuánto falta para que un gobernador se de cuenta que los primeros que cuestionen este modelo, serán quienes se apropien de la agenda del futuro?
Porque empieza a quedar en claro que los argentinos están pidiendo un cambio. Desde los márgenes, desordenada, empieza a surgir una nueva agenda que pide terminar con los peores rasgos del actual modelo.
El centralismo fiscal, la intolerancia política, la manipulación y la prepotencia, la visión maniquea y distorsionada del pasado, la censura, el manejo discrecional de los fondos públicos, la subestimación del Congreso, y tantas otras actitudes que podrían resumirse en la ausencia de un verdadero espíritu republicano y federal, forman parte de un baúl que la Argentina parece decidida a dejar atrás.


Fuente: La Política on line

No hay comentarios: