Por Ernesto Poblet
Púber todavía de trece años, llevando de la mano a su sobrino el niño Hipólito Yrigoyen, protagoniza Leandro Alem una de las escenas más conmovedoras de la historia. Observa su tragedia desde la plaza pública, ve ahorcar a su padre víctima de un miserable operativo urdido por el gobernador Pastor Obligado de la Provincia de Buenos Aires.
Fueron rencores y odios de los ex rosistas a su vez obsecuentes del dictador durante el auge de su poderío. Acusaron de mazorquero y homicida del señor Amarillo al padre del prócer radical. Investigaciones posteriores del propio hijo demostraron la heroica inocencia del papá colgado de la horca y quien fue el verdadero culpable del asesinato.
Vida de luchador atormentado la del fundador de la Unión Cívica Radical. Participó con su oratoria brillante en los célebres debates del Congreso de 1876. Nunca descansó, recorrió los pueblecitos del interior uno a uno sin imaginar la gloria que le cupo en su legado. Dió vida al único partido político que atravesó largamente la centuria. Con sus loas y regaños sembró una mística de la ética. Una religión cívica como los mismos radicales gustan recordar.
Se fue del planeta cuando él mismo lo dispuso. Desde su actual residencia galáctica sintió una irrefrenable indignación contra uno de sus bisnietos radicales. Se acercó sigiloso al despacho de la Presidencia del Senado, colocó guantes y bastón sobre el escritorio del Vicepresidente de la Nación y como corresponde a un porteño nato, liberal decimonónico, apasionado tribuno, federal auténtico y de los de antes, así habló con algún acento lunfardiano:
“Mocito Pelandrún, no le estás haciendo honor a tu magistral cargo en una república como la nuestra. ¿Qué es eso de “radicales K…?. Traicionar una de las provincias más lindas y grandes de la patria para repartir unos cuantos correligionarios en cargos de la Cancillería. ¡Habráse visto…!
Observé la foto desde mi galaxia a millones de años luz. En estas dimensiones fantásticas el avance de la tecnología es demasiado colosal para que lo entiendas. Ví desde allá el maravilloso recinto de la Cámara de Diputados vacío por casi la mitad. Tus esporádicos correligionarios del Frente para la Victoria se negaban a dar la cara para discutir nada menos que el tema más crucial y relevante del país; el del campo, el de las agroindustrias, el de las retenciones que tu jefe el Gran Pervertidor pretende usar para acumular “Cajas de Caudales” en desmedro de los que trabajan y producen. Te engrupieron bien debute con el cuento de la redistribución del ingreso.
¡Cómo puede ser que se abran los recintos del Palacio de las Leyes tan sólo para tratar temas que obsesionan al Gran Pervertidor! Se impacienta por apurar los juicios a los octogenarios encanutados en Marcos Paz. Apela a irresponsables denuncias sobre delirantes operaciones del gobierno de los Estados Unidos para tapar el papelón internacional de la valija de Antonini Wilson y las roñas acumuladas de Chávez con las Farc y el narcotráfico. Y otras pamplinas por el estilo. ¿Para eso obliga a funcionar al Honorable Congreso de la Nación…?
A ustedes les pagan las suculentas dietas para que discutan los graves asuntos de la república. ¿Vos sos de los que creen que los yeites de la soja, la carne, el trigo, el girasol, el maíz, la leche, no son importantes…?
Vos por el Senado y tu colega ex gobernador Fellner por Diputados, son los responsables de que el Poder Legislativo funcione o no funcione. ¿De qué le tenés miedo al Gran Pervertidor…? ¿De sus rabietas…?. Te aclaro, podés mandarlo al c… o tirarle con los guantes que no te va a pasar nada. Vos y Fellner tienen presupuesto propio que no depende de la orden ni de la firma del Gran Pervertidor.
Aunque no los justifico, entiendo que la extorsión hacia los gobernadores de negarles sus partidas para sueldos puede asustar a cualquiera. Pero ustedes los titulares de las dos Cámaras no tienen porqué embadurnarse en los pantalones cuando el Gran Pervertidor se arrebata y trina de furor. Hacé la prueba, cada vez que te amenacen con la bronca del histérico vos contestale con sorna una frase oportuna de estos tiempos tuyos. Le ponés tonada de maricón y le farfullás: “ay… mirá como tiemblo…” y santo remedio.
Todos tus correctos antecesores radicales en la función vicepresidencial se sienten avergonzados. Lloran Pelagio Luna, Elpidio González, Francisco Beiró, Carlos Perette y Víctor Martínez esperando acongojados tu reacción en defensa de las instituciones.
Salvo Víctor Martínez que todavía no consiguió buena comunicación con mi Galaxia, los demás aún esperan de tu asunción de la dignidad y puesta en su lugar las potestades indelegables del cuerpo que presidís por mandato directo emanado del pueblo de la patria. No te perdonarán jamás que hayas arrastrado los votos radicales para amputar las sagradas potestades del Senado de la Nación y transformarte en un esclavo obsecuente y sumiso del Gran Pervertidor. Hoy tus antecesores gozan de la gloria tranquila de los buenos recuerdos y la falta de reproches.
Sos el segundo bribón fáustico de la historia de mi querida Unión Cívica Radical. El otro fue Hortensio Quijano, un correntino granuja que no trepidó en aprovecharse del oro peronista en aquellos años aciagos para nosotros. Un verdadero precursor de Borocotó. Claro, lejos estaba la mediocre personalidad de don Hortensio de acometer con bravura su embestida parlamentaria contra un gobierno duro, como lo hicieron los cuarenta y cuatro radicales reciamente opositores en el Congreso que se inició en 1946.
¿No te sonroja recordar los nombres de aquellos deslumbrantes personajes que engalanaron la historia de mi partido…? Don Ricardo Balbín a quien le quitaron los fueros, Arturo Frondizi y Arturo Illia que después presidieron dignamente la Nación, Miguel Angel Zavala Ortiz, Emilio Donato del Carril, Alfredo Vítolo, Raúl Uranga, Agustín Rodríguez Araya, Amílcar Mercader, Luís Mac Kay, Emilio Ravignani, Silvano Santander, Alfredo Calcagno, Luís Dellepiane, Nerio Rojas, Alberto Candioti y los otros veintisiete corajudos que nos hicieron sentir el altísimo valor de la institución parlamentaria.
Mirá cuyanito embaucador, el Parlamento fue la madre de la república moderna por si no lo sabías. En 1215 los 25 barones sajones le pararon el carro a un rey absolutista. Juan sin Tierra había acumulado todas las potestades públicas en sus exclusivas manos. Lo mismo que hizo tu Gran Pervertidor. Los barones que te dije se le atrincheraron al déspota como lo hace el campo de hoy y le exigieron las concesiones que correspondían.
Estos autócratas arrugan cuando se los aprieta con coraje, decisión y fundamentos. Vos estás en condiciones de transformar en aire fresco la opresión que los argentinos sienten en sus gargantas. Vos sabés que si querés podés. Los votos del sospechoso 45% que ganó tu fórmula en las últimas elecciones también son tuyos. La historia y la ciudadanía se plegarían a cualquier intento tuyo de impedir los abusos del Gran Pervertidor.
Sos un radical que de gobernador de Mendoza llegó a vicepresidente. Balbín y yo ni siquiera pasamos de diputados nacionales.
Sin embargo podés ver nuestros nombres en dos avenidas de la Capital Federal y en cada comité radical esparcidos nuestros retratos por todos los pueblos -por chiquitos que sean- a lo largo y a lo ancho del territorio del páis (SIC).
A veces anido esperanzas en vos, Cobito. Me ilusiono en que vas a sacudirte la modorra y le responderás al pueblo que te votó. La lealtad tuya es con la ciudadanía y no con el matrimonio que te humilla permanente e injustamente. Por lo menos salí a luchar en el recinto del Senado y no le permitas al empleado Pinchetto que te maneje la institución como a un rebaño. Tu grandeza depende del empeño que pongas para que el cuerpo que presidís cumpla su excelsa misión.
No se trata de que salgas a melonear senadores. Basta con que les abras los ojos acerca de su sagrada función. Cada uno de ellos se deben a sus respectivas provincias. Y si vos que fuiste gobernador y experimentaste en carne propia el rigor despiadado del Gran Pervertidor, avivalos a los padres de la patria. Deciles con crudeza que las retenciones gravan la facturación además de las utilidades netas. Que la presunta contribución de las retenciones no es otra cosa que una confiscación que manejarán los corruptos burócratas manipulados por el Gran Pervertidor y su entorno. Hacelo por la puerta grande. Lográ que los senadores y los diputados al menos debatan ellos el problema y no los matones de D´Elía, Pérsico y Cía. Adiós Cobito, yo amo a todos mis radicales, por más que se kasifiquen…”
Hombre generoso y calmo a pesar de su ardiente pasión por las instituciones Don Leandro. Después que descargó su catarsis con el asombrado mendocino recogió solemne su bastón y guantes. Mientras parecía ordenar sus barbas blancas saludaba con distinguida cordialidad. Desapareció como un relámpago vertiginoso en su viaje sin escalas hacia la galaxia que confortablemente lo cobija en su merecida gloria. En el rostro fresco se le traslucía la satisfacción de habernos otorgado otro trofeo de sabiduría republicana. Antes de ausentarse levantó sus brazos como lo hacía desde las austeras tribunas donde emitía sus discursos. Se conmovieron hasta las piedras de su monumento frente al Retiro.
*El autor es abogado, historiador, periodista y ensayista.
Fuente: NOTIAR
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 4 días
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