Por Diego Barovero
Los peronistas no dejan de sorprendernos. Sesenta años después de haber irrumpido en el escenario político argentino, demuestran una y otra vez que son a prueba de todo.
Es que la característica de este movimiento informe, sin ideología ni programa, es ni más ni menos que la determinación de la permanencia en el usufructo de los resortes de poder. Todo sucumbe ante ese estratégico objetivo: las formas, las ideas, los medios.
Ahora, una vez más siguen siendo fieles a sí mismos y vuelven a la carga con una originalidad propia de su esencia.
El gobierno de la familia Kirchner ha decidido en la soledad de la alcoba política-matrimonial cancelar por adelantado, de contado y en una sola vez la deuda que la Argentina mantiene con los países integrantes del llamado Club de París.
Hace unos años atrás, durante el mandato del consorte de la actual Presidenta, con la coprotagónica actuación del por entonces ministro estrella y luego pretenso candidato opositor Roberto Lavagna, el gobierno nacional y popular decidió que la mejor forma de asegurar la autonomía de decisión del país frente a los organismos de crédito era abonar la totalidad de la deuda que el país mantenía con el vilipendiado Fondo Monetario Internacional -corresponsable de la crisis económica financiera de 2001 como garante de las políticas de ajuste neoliberal implementadas en la década de los noventa - y así lo hizo a costa de las reservas del Banco Central.
La medida se complementaba con una audaz operación de ingeniería financiera de reestructuración de deuda de consecuencias ruinosas para el futuro de las jóvenes generaciones de argentinos porque aún pagando sumas exorbitantes el país aún debe más de lo que debía antes de pagar. ¿Se entiende? No. Pero no importa.
Ahora la señora presidenta Cristina Fernández aconsejada por su esposo y ex presidente, en un contexto político, económico y social complicado dentro y fuera de la Argentina, resolvió - a la mejor manera de los por ellos vituperados tiempos de Menem y Cavallo - que pagar sin chistar era la mejor señal, el más positivo gesto hacia los nuevos dioses del Olimpo de la Era Global, es decir, "los mercados".
No es casual ni inocente que el anuncio del pago que "honra" la deuda del país con el Club de País haya sido aplaudido de pie por los más conspicuos exponentes del establishment: los banqueros que vieron crecer las ganancias de sus entidades a costa de los ahorristas que confiaron en el sistema financiero, los empresarios beneficiarios eternos de la política de subsidios estatales, los gurúes y consultores de la city porteña, las cuarenta manzanas que rodean a la Casa de Gobierno que decía don Arturo Illia lo habían volteado por su política económica de fuerte contenido nacional.
Tal vez un incauto no se percate de las cada vez más evidentes similitudes y coincidencias objetivas entre las presidencias de Menem y las de los cónyuges Kirchner: estos se han convertido en los mayores pagadores de deuda, más allá de los formatos elegidos para presentar este tipo de decisiones como de soberanía económica y más allá de lo que pretenda el relato oficial. Llevan pagadas la friolera de 17 mil millones al FMI, 3 mil al BID y 5 mil al Banco Mundial.
Es obvio que el contexto internacional no es el mismo de hace uno o dos atrás, la economía global comienza a dar señales de retracción y sus efectos se hacen sentir en un país subdesarrollado y sin un plan de desarrollo a largo plazo como la Argentina y la necesidad de financiamiento externo ahoga al Estado. Pero no puede soslayarse que el pago es una clara señal del debilitamiento de un gobierno que fue electo hace menos de un año en comicios intachables y cuenta con una fuerte e incuestionable legitimidad de origen, pero por sobre todo del debilitamiento de la capacidad de decisión y autonomía nacional.
Esa coyuntura fue determinante para que el gobierno kirchnerista se enfrascara más de cuatro meses en la disputa con el campo mediante la aplicación de la discutida Resolución 125 del Ministerio de Economía y sucesivas modificatorias mediante las cuales pretendió imponer voraces exacciones masivas a la actividad agropecuaria sin diferenciar a los latifundistas de los pequeños productores. Un viejo maestro que tuve me contaba que en su tiempo se decía "nadie discute por un repulgue de empanadas". Y vaya si tenía razón. La premisa era obtener mayores ingresos porque era imperioso pagar deuda en el corto plazo. Ahora queda claro.
Y el peronismo seguirá siendo fiel a sí mismo. Si de durar se trata, hará todo por durar, por permanecer, por quedarse. En su versión menemista o su versión K. Con discurso setentista pero con sensatez noventista. ¿Habrá otra Carta Abierta de la gavilla de intelectuales ganapanes del oficialismo justificando la genialidad de la nueva medida presidencial? ¿Convocarán a una marcha masiva de las llamadas "organizaciones sociales" o más apropiadamente fuerzas de choque piqueteras para apoyar la decisión de la Compañera Presidenta? ¿Hará Néstor un gran acto con discurso épico incluído en la Plaza de las Madres y las Abuelas para decirnos lo revolucionario que es pagar deuda?
Lo que sí es seguro, es que ahora al menos habrá financiamiento para el tren bala, un "salto a la modernidad". Y si eso no es nacional y popular, entonces qué?
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 4 días
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