Por Carlos Pedersen
UNION CIVICA RADICAL
MOVIMIENTO DE AFIRMACIÓN YRIGOYENISTA
Cuando se fueron, lo hicieron sin dolor. Con aires de víctimas, masticando alguna frustración personal quizá, seguramente enojados, hasta ofendidos, pero sin dolor. Se fueron sólo para poder ser o seguir siendo en otro lado, con otro signo y bajo otras banderas.
Desde esos lugares combatieron en las urnas contra los candidatos partidarios, hasta ayer sus correligionarios. Lo hicieron con el fervor de los conversos y disfrutaron de sus victorias, que eran nuestras derrotas.
Hoy quieren volver, pero carecen de arrepentimiento.
Alguno, con la desfachatez de proponerse como salvador electoral del radicalismo, después de haber protagonizado alegremente una irredimible traición para que brazos y votos ajenos lo depositaran en la vicepresidencia de la República. Otros, agotada su aventura extrapartidaria, aguardan la oportunidad de filtrarse por las hendijas de una UNIÓN CÍVICA RADICAL peligrosamente permeable, confiando en la lenidad de una dirigencia que advierten más que receptiva.
Frente a este panorama cabe preguntarse si tendremos la templanza requerida para decir a los desertores que no los necesitamos, que ningún radical utilizará jamás los servicios de un traidor; si sabremos reconocer que la permisividad interesada y el perdón salpicado por la especulación no son mas que muestras de debilidad y decadencia. ¿Asumiremos alguna vez que nuestro deber primero será siempre actuar preservando la calidad ética de la UNIÓN CÍVICA RADICAL para mejor servir a la Patria? ¿Comprenderemos definitivamente que todo lo que adultere, agreda o desdibuje al radicalismo terminará mortificando a la Nación, de una u otra manera?
Decimos esto porque observando la actualidad partidaria nos angustia la sensación de hallarnos otra vez en la antesala de un debate interno equívoco, que puede culminar con la toma de decisiones políticas condicionadas por la inmediatez y las falsas urgencias, concordantes con aquellas que nos condujeron a este presente, después de pactos, alianzas y hasta de una candidatura presidencial contra natura, decisiones presentadas todas como panaceas milagrosas, de difícil digestión y pésimo resultado.
Ninguna estrategia partidaria que incluya, expresa o encubiertamente alguna forma de amnistía, servirá a la preservación de la dignidad radical, porque estará dando un mensaje oblicuo a la ciudadanía, que tendrá el derecho de suponer que también nosotros adolecemos de aquello que más criticamos, como lo es el actuar condicionando la conducta a los intereses, por más legítimos que parezcan.
No duda el MAY de que la UNIÓN CÍVICA RADICAL constituye la más formidable herramienta política que nuestra sociedad ha sabido darse, desde abajo, para construir, perfeccionar y sostener el andamiaje institucional de la democracia argentina, de la que es garantía histórica y reaseguro.
Sin ella, sin la UNIÓN CÍVICA RADICAL, puede haber país pero no habrá República.
No entender esto o dudar de esta absoluta verdad, vacía de contenido nuestro esfuerzo militante y nos deja girando en la nada, haciendo política porque sí, como un hobby banal e intrascendente o como una aventura crudamente interesada.
La mejor atención de lo contingente se logrará actuando en línea con los valores de nuestro acervo, procurando que los hechos no lo desmientan, ya que en él nuestra identidad se reconoce y legitima.
Alguna vez, ante situaciones parecidas, hemos dicho que nuestro enorme legado pesa, obliga, manda, no puede ser ignorado. Quien lo contradiga o desconozca no lo comprende cabalmente y menoscaba su trascendencia.
Por eso queremos advertir, con humildad pero intransigentemente, que no por combatir a este impresentable oficialismo, debamos dejar de sancionar inconductas y mucho menos siquiera considerar perdonable negociar con traidores listas comunes de legisladores nacionales, como ya ha pasado.
A los traidores hay que tratarlos como tales. No hay traidores buenos y traidores malos. El radicalismo no puede ser un hogar de tránsito para aventureros de la política. Nos cubre de vergüenza ver a dirigentes radicales tratarlos como pares, cortejándolos con la filosofía del cónyuge complaciente ante el engaño, haciendo de la traición un mérito y de la hipocresía una virtud.
No deben los radicales que hoy gestionan la actividad política pública de la UNIÓN CÍVICA RADICAL olvidar el alcance de la responsabilidad con que cargan, que más que nunca incluye, además de la tarea legislativa y de conducción de la institución partidaria, la decidida preservación del mensaje ético del radicalismo.
Para evitar retroceder en la paulatina reinserción de la UNIÓN CÍVICA RADICAL en el respeto y la consideración popular, exaltemos nuestros valores, exhibamos nuestras bien ganadas medallas, recobremos el orgullo de ser radicales, dejemos a los traidores al costado del camino rumiando su rabia y digamos claramente quienes somos.
Digamos que somos los fundadores de la democracia argentina, que somos el nacionalismo democrático, la justicia social no partidista, la presencia internacional más prestigiosa de la historia, somos los creadores del proyecto energético petrolero modelo para Latinoamérica, somos el salario vital mínimo y móvil, somos la ley de medicamentos, somos el juicio a las Juntas.
Pero para que todo esto tenga la debida aceptación y credibilidad, no caigamos en la tentación de amnistiar traidores que, además de haber revalidado su traición, se postulen, soberbios, como nuestro salvavidas electoral.
Con la misma determinación, convoquemos a todos aquellos que, sintiéndose no contenidos o defraudados o maltratados por el partido, se fueron a su casa. Sepamos diferenciar entre ellos y los mercenarios.
Hoy más que nunca todos nos necesitamos a todos, para ratificar que el radicalismo es una amalgama de principios, doctrina, convicciones y conducta inmune a toda felonía.
No alentemos entonces el regreso de los muertos vivos, cuando todavía tenemos el puñal de Cobos clavado en la espalda. No lo permita la dirigencia, no lo toleren los afiliados.
El radicalismo es demasiado importante para que el cuarto de hora de un personaje, sin historia ni lucha, circunstancialmente famoso, pueda apartarlo de su misión histórica.
El MAY debe advertir, con toda lealtad, que dará cuanta batalla sea necesaria para impedir se consagren impunidades, pero aclara también que acompañará y alentará toda gestión que nuestra dirigencia emprenda para preservar al radicalismo y al partido de cualquier manoseo irrespetuoso.
Finalmente, después de todo, sólo se trata de hacer política con decencia. Y eso no debiera darnos tanto trabajo.
Buenos Aires, octubre de 2009
CARLOS PEDERSEN
MAY NACIONAL
“….es indispensable y necesario que los radicales digamos ahora para adelante, repitiendo la consigna de todos los tiempos, que quien entra en este partido ofrece la vida a la argentinidad.”
Ricardo Balbín
ALEJANDRO CARBÓ
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Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en
Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres
de s...
Hace 4 días
2 comentarios:
Hay un dicho ingles que aqui se aplica a la perfeccion: Once a whore, always a whore.
Estoy muy de acuerdo con la linea del articulo. Tambien lo mismo que a Cobos, le cabe a Clarin. No se puede ser complacientes con los traidores, y sabemos que Clarin es una traicion a la patria. No?
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