Concepción
del Uruguay, una ciudad a la deriva…
Por
José Antonio Artusi
“Al garete” es un
término náutico que significa, dicho de una embarcación
sin gobierno, “ser llevada por el viento o la corriente”. La segunda acepción del diccionario de la
Real Academia española es “ir a la deriva, sin dirección o propósito fijo”, y
el tercero, “fracasar o malograrse”. Se
trata, lamentablemente, de una expresión que bien puede servir como metáfora de
la realidad de la ciudad de Concepción del Uruguay desde hace al menos un
cuarto de siglo. En efecto, desde hace años nuestra ciudad es “llevada por el
viento o la corriente”, léase por decisiones o por factores que no manejamos
los uruguayenses; marcha “a la deriva, sin dirección o propósito fijo”, léase
sin rumbo, sin un verdadero plan estratégico de desarrollo; y que “fracasa” en numerosos
sectores y ve “malograrse” buena parte de las iniciativas y anhelos de sus
ciudadanos. Las consecuencias están a la vista de todos.
De todos modos, como a la rana que la sumergen en agua tibia y la van calentando de a poco y no se da cuenta, a los uruguayenses nos pasa algo parecido; es como que nos hemos
acostumbrado a la decadencia y el atraso, hemos naturalizado ciertos problemas y
por lo tanto casi no los notamos, y no nos escandalizamos ni nos indignamos
ante su persistencia.
Algunos ejemplos: el deterioro y el descuido de los espacios y
edificios públicos, la pésima gestión de
los residuos sólidos domiciliarios, la falta de un adecuado servicio de agua
potable, la deficiente prestación de los desagües cloacales y la falta de su
tratamiento, la creciente inseguridad ciudadana, la epidemia de accidentes de
tránsito, el mal estado de las calles, la falta de cuidado del patrimonio
arquitectónico, el retroceso relativo en materia de turismo, el deterioro de
las playas y paseos públicos, el descuido del arbolado urbano, el creciente
déficit de viviendas y las inadecuadas respuestas que frente a él se ensayan
desde el Estado, la falta de promoción de inversiones productivas, la parálisis
del puerto y el ferrocarril, y la ineficiencia y burocratización, en el peor
sentido de la palabra, de la administración municipal, etc., son sólo algunas
de las cuestiones que muestran a las claras
que estamos “al garete”.
Esta situación no es nueva, viene de unos cuantos años atrás, pero
se ha venido agravando en los últimos tiempos. Desde 1987, las sucesivas
gestiones municipales, todas peronistas, más allá de las diferencias de nombres,
se han caracterizado por un conjunto de atributos comunes que explican este declinar
constante de la ciudad: falta de planificación efectiva del desarrollo local
(entendido el planeamiento como “el cálculo que precede y preside la acción”, y
no como meros planes-libros que nadie lee y menos ejecuta pues en esa materia
somos los campeones del mundo), improvisación permanente en la toma de
decisiones de políticas públicas, caprichos de los mandatarios de turno,
injerencia indebida de intereses privados (a menudo foráneos) en la definición
de las acciones de gobierno, amiguismo, falta de controles y rendición de
cuentas, falta de transparencia, participación ciudadana reducida a una
consigna estéril y demagógica, clientelismo, etc.. Por lo tanto, no sería justo
responsabilizar a la actual gestión, que lleva poco más de un año de ejercicio
del mandato, de todos estos males. Sin embargo, tampoco puede dejarse de
observar que, pasado ya más de un año, no sólo no se observan señales que
permitan abrigar un margen de esperanza, sino que, por el contrario, se verifican
algunas decisiones que auguran más de lo mismo.
Un par de ejemplos corroboran lo señalado. Luego del malhadado
intento de un grupo empresario foráneo, con el apoyo desembozado del entonces
Presidente Municipal y del Gobernador Urribari, de quedarse con el inmueble de
la Terminal y con la concesión del Mercado 3 de Febrero para instalar allí un
infame casino electrónico a cambio de una canallesca nueva terminal mal
localizada y peor diseñada, en lo que constituía un escandaloso negociado en
detrimento del patrimonio y del interés público, no le quedó más remedio al
actual Presidente Municipal que rescindir aquel vergonzoso contrato. Ese
lamentable experimento constituyó la constatación más evidente de que – como dijera
Mario Bunge – “quien no planifica es víctima de algún planificador”. Pero
resulta que ahora, a tenor de informaciones periodísticas que no han sido
desmentidas, el Departamento Ejecutivo Municipal estaría “negociando” con estos
empresarios en otros términos, supuestamente más ventajosos para el municipio,
pero siempre manteniendo el fabuloso negocio de las “maquinitas”, lo que
demuestra lo increíblemente audaz y perjudicial para los uruguayenses que era
la propuesta original. Nada debe negociarse con quienes han demostrado burlarse
de los uruguayenses y faltarnos el respeto a quienes supimos alguna vez, lejana
en el tiempo, ser orgullosos ciudadanos de la capital histórica de la
provincia. No necesitamos casinos privados ni trasladar la terminal, sí es imperioso mejorarla, pues hoy es un bochornoso criadero de plagas, la imagen más
contundente de la desidia municipal.
Lo más notable es que la propia administración municipal impulsó
durante 2010 la revisión del Plan Estratégico que databa de fines de los´90. En
Agosto de 2010 se publicó el Documento Principal del Plan Estratégico 2010 –
2025. Por diversas razones, no participé en esa instancia, pero debo reconocer
que, más allá de las bondades y déficits del proceso que le dio origen, el Plan
contiene un producto interesante, consistente en una Cartea de Ideas-Proyectos,
cuya elaboración “se llevó adelante considerando los objetivos de cada eje
estratégico y las opiniones de expertos
calificados del ámbito local y provincial”. Pues bien, en esa Cartera de
Ideas-Proyectos se hace una mención tangencial al posible traslado de la terminal,
pero no precisamente en la localización “planificada” por empresarios privados
sino en la intersección de la Avenida Uncal y las vías del ferrocarril
(Proyecto 60: Programa de nuevas centralidades urbanas). Obviamente, a ningún “experto
calificado” ni a ningún actor social de la comunidad local se le ocurrió
concebir la absurda idea de un casino electrónico privado en una ciudad que ya
cuenta con un casino administrado por el IAFAS.
El segundo ejemplo: el Concejo Deliberante acaba de aprobar una
ordenanza remitida por el DEM por la que se recategoriza el sector del ex
autódromo Mena, quitándole su condición de área verde para transformarlo en un
área residencial supuestamente destinada a construir viviendas en el marco de
un programa de “erradicación de villas”. No puede dejarse de señalar que el hecho
de que se utilice el término “erradicación de villas” y no urbanización u otro
similar, dice mucho acerca de la concepción del partido de gobierno sobre el
tema, más cercana a la manipulación clientelar y demagógica de las necesidades
de los desposeídos que de la promoción del derecho a la vivienda digna y el
derecho a la ciudad para todos. En definitiva, se sigue la lógica perversa de
los conjuntos de viviendas del IAPV de ubicarlos en áreas periféricas, carentes
de equipamiento e infraestructura, a menudo en condiciones de degradación
ambiental, constituyendo verdaderos ghettos que atentan contra la integración
social. En esta cuestión, el Plan Estratégico no sólo no dice nada de esta idea
traída de los pelos y carente de fundamentación técnica, sino que propone
alternativas sustancialmente diferentes, de las que nadie se acuerda.
Refresquemos entonces la memoria: el Proyecto 19 (Campus Universitario UCU)
prevé el “desarrollo del nuevo campus universitario de la UCU en el viejo
Circuito Mena (zona Parque de la Ciudad). Este desarrollo incluirá la
localización de las distintas facultades de la universidad, áreas deportivas,
biblioteca y espacios públicos”. Con respecto a la vivienda social, con buen
criterio, y para evitar los horrores urbanísticos perpetrados por el IAPV en
localizaciones periféricas e inadecuadas alejadas de todo, el Plan prevé varios
proyectos: el 2 (Regularización dominial en sectores vulnerables), el 4 (Programa
de Mejoramiento de Barrios), el 63 (Programa de vivienda local), el 64 (Banco
Municipal de Tierra), el 65 (Programa de crecimiento urbano controlado), el 66
(Urbanización terreno del ferrocarril), y el 70 (Relocalización Unidad Penal).
Nada o muy poco se ha hecho para avanzar en estas iniciativas, al menos que se
conozca públicamente. Lo mismo puede decirse del resto de los 95 proyectos del
Plan Estratégico.
Es hora de reaccionar. Para no seguir “al garete”…
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